Bernat M. tiene hoy 47 años y hace nueve que convive con el virus VIH. Fue diagnosticado en el año 2000 gracias a la diligencia y el buen hacer de un médico de Manacor. Había ingresado en el hospital por una esofagitis candidiásica y respondió bien al tratamiento. Habría sido dado de alta y quedado a merced de cualquier otra enfermedad oportunista de no ser por la profesionalidad del facultativo que le diagnosticó la infección. Hoy, echando la vista atrás, recomienda a los más jóvenes protegerse de posibles contagios con preservativos "pese a lo que diga la Iglesia" y advierte que es fácil contraer este virus ya que "¿quién no ha tenido alguna vez alguna relación de riesgo?", se pregunta.

–¿Cuándo se contagió con el virus del sida?

–Me lo diagnosticaron en el año 2000 cuando tenía 38 años de edad. En esos momentos tenía 75 defensas. El sida es una enfermedad oportunista que te ataca cuando bajas de las doscientas defensas. Una persona normal suele tener unas 1.000 y un deportista llega hasta las 1.500. Una persona infectada por el VIH genera unos 10.000 virus diarios y en esos momentos yo tenía 65.000 por cada centímetro cúbico de sangre.

–¿Cómo contrajo la enfermedad?

–Por una relación heterosexual de riesgo. Todavía no he tenido ningún contacto con una persona de mi mismo sexo. Yo en aquellos tiempos era un bala perdida que frecuentaba muchas discotecas.

–¿Y cómo se la diagnosticaron?

–Yo ya tenía las defensas muy bajas e ingresé en el hospital por una enfermedad estomacal llamada esofagitis candidiásica que me hacía vomitar todo lo que ingería, incluso el agua. En el hospital respondí al tratamiento que me dieron pero, afortunadamente, mi médico no se confió y me realizó más pruebas hasta que me descubrió la infección. Si me hubieran dado el alta y me mandan a casa, probablemente hoy estaría muerto. Cualquier pulmonía o catarro hubiera acabado conmigo. Padezco una enfermedad muy oportunista.

–¿Qué le dijeron los médicos?

–Me dijeron: ´tu ya tienes el sida, pero tranquilo´. ¡Imagínate el susto que me pegaron!

–¿Cómo cambió su vida desde entonces?

–Afortunadamente acertaron con mi tratamiento. Empecé tomando un combinado triple de fármacos, Zerit, Epivir y Susdiva. Pero hoy en día han mejorado mucho las cosas. Ahora sólo tomo una pastilla que combina las tres anteriores y se llama Atripla. Pero los primeros dos o tres años fueron durísimos. Luego encontré a la Associació de Lluita Antisida de les Illes Balears (ALAS) y mi vida cambió. Encontré a una chica estupenda en la asociación que es mi pareja actual. Mantenemos relaciones con preservativo y ella se hace una prueba cada seis meses por precaución.

–¿Y su estado de salud actual?

–Bastante bueno. Tengo la defensas bastante estacionadas y una carga viral por debajo de cincuenta. Dejé atrás la vida que llevaba antes y ahora trabajo en el campo en una finca de doscientas cuarteradas con ovejas, cerdos y un huerto ecológico. ¡Estoy hecho un toro! Como he dicho antes, yo era un bala perdida. Ya sabes, Gomila y todo ese rollo...

–¿Qué consejo les daría a los jóvenes de hoy en día?

–Los jóvenes no escuchan. Sólo les preocupa quedarse embarazadas. No piensan en las enfermedades que pueden contraer con prácticas sexuales de riesgo como la sifílis, herpes, VIH, hepatitis... Como hoy en día no mueren personas por el sida se ha bajado la guardia. Fui con un médico a la universidad a dar una charla sobre la enfermedad. El aula estaba abarrotada pero nadie preguntó nada, mostraron mucho desinterés. Creo que acudieron a la conferencia sólo para conseguir créditos. Y el problema es grave. Cada trescientas personas hay tres positivos. Imagínate cuantos jóvenes con VIH están una noche de sábado en Tito´s ligando y con el peligro de contagiar a otras personas. Las chicas, porque los tíos pasamos de todo, deberían actuar como hizo conmigo una extranjera en mi juventud. Me dijo: "No protection, no fucking, fucking".

–¿Está la enfermedad ya asumida por la sociedad?

–Todavía hay camino que recorrer. La gente no acepta que puedas tener el VIH y que lleves una vida normal. Todavía existe la sensación de que entrañas un peligro.