El cáncer es una enfermedad difícil. Es difícil de curar y difícil de llevar. María del Mar Lafuente lo sabe de sobras. En abril de 2008 le diagnosticaron un cáncer de mama: "Cuando te lo dicen, sientes una sensación muy extraña. Siempre crees que no te va a pasar a ti, sino que esas cosas le pasan a la vecina. Yo no me lo creía". Mar consiguió superar la enfermedad tras pasar por una quimioterapia muy fuerte.

Ella se recuperó, pero el tumor no se había ido por completo. Un año después su oncólogo le comunicó que el cáncer se le había extendido al otro pecho. Mar explica que "la recaída en la enfermedad es lo peor". "Se te pasa de todo por la cabeza... Piensas que para seguir viviendo así, vale más la pena...". Los nervios le impiden acabar la frase.

Para superar una situación así, Mar acudió al servicio de asistencia psicológica para enfermos de cáncer. Esta unidad está disponible en los hospitales de Son Llàtzer, Son Dureta e Inca. De ella se encargan Cati Riera y Mònica Martí. Las dos psicólogas pertenecen a la Asociación Española contra el Cáncer y trabajan en estrecha colaboración con esta entidad. Ellas ayudan a los pacientes y a sus familiares a que acepten la enfermedad. Les tratan desde el diagnóstico del tumor hasta su curación.

"Al principio tienen que darle normalidad a las alteraciones emocionales. Hay que asumirlo. No hace falta ser fuerte. Si uno quiere llorar, tiene que hacerlo para digerir bien la enfermedad", comenta Martí.

Y luego comienza el tratamiento. Mar cuenta que su aspecto físico durante la quimioterapia le disgustó profundamente. "Te ves muy enferma. Estás calva y muy cansada", afirma. Las psicológicas trabajan la conducta y el pensamiento para llevar mejor la situación. "Sobre todo intentamos mejorarles la autoestima. Queremos que entiendan los cambios de su imagen personal y aprendan a comunicarse mejor con sus familiares", apunta Cati Riera. La peor sensación es el miedo al sufrimiento o a una recaída, como en el caso de Mar. Un segundo cáncer les implica frustración: "Piensan que nada les ha funcionado", reconoce Martí. Mar, en cambio, sintió que la atención psicológica fue muy útil: "Te hace ver la enfermedad como lo que es, sin dramatizar. Puedes desahogarte y explicar cómo te sientes con tranquilidad".

De hecho, "los pacientes han de hacer vida normal, cuidarse y animarse", dicen las psicólogas. Lo último que necesitan es que sus allegados les mientan o les engañen: "Muchos pacientes dicen que están hartos de que les digan que les ven bien cuando están fatal", añade Martí. "Se creen que te están ayudando cuando en realidad te agobian", comenta Mar.

Cuando acaban la terapia, los enfermos tienen que adaptarse a la vida sin la enfermedad. "Es como una sensación de vértigo. Pasan de tener siempre a la gente encima a estar desatendidos", señala Riera.

Mònica Martí y Cati Riera trabajan para que los pacientes sólo tengan que cuidar de sí mismos y no se preocupen de la enfermedad. "Al final aprendes mucho de los pacientes y de su forma de ver la vida. Es gratificante", afirma Martí. Un ejemplo es la vitalidad de Mar Lafuente tras sufrir dos tumores: "Los amigos me preguntan que cómo estoy y les contesto que muy bien, ¿cómo voy a sentirme?", dice alegremente Mar.