Sencillo y sincero. Como todos los actos espontáneos. Así fue el homenaje que los trabajadores del hotel Sol Meliá Los Mirlos y Los Tordos rindieron a los guardias civiles Diego Salvà y Carlos Sáenz de Tejada fallecidos el fatídico 30 de julio en el que ETA decidió teñir Palmanova de negro.

La gobernanta lo propuso y todos los que estaban por allí aceptaron la idea. Juntaron unos euros, compraron un gran ramo de flores y lo llevaron al lugar exacto en que murieron los jóvenes. Hubo un largo y emotivo momento de silencio y algunos rezos. Luego volvieron al trabajo.

"Nos salió del alma". Resume Antonia Quijada, una de las camareras de piso que formó parte de esa treintena de empleados que hace ocho días se unió para llevar su ofrenda al lugar de los hechos. "Fue idea de la gobernanta", explica. "Pusimos un euro o un euro y medio, y compramos las flores". El grupo lo conformaban sobre todo camareras, aunque también había gente de otros departamentos que se enteraron de la iniciativa. Y no se apuntó nadie más no porque no quisieran, sino porque fue un sentimiento y una idea que surgió "de repente". "Si hubiésemos podido avisar, se hubiera sumado todo el personal", asegura Antonia, que explicó que a algunos compañeros les había sabido mal no haberse enterado.

Esta mujer, que lleva casi treinta años trabajando en el hotel, no encuentra las palabras exactas para describir lo que le pasaba por la cabeza mientras dejaban las flores: "Son sensaciones que no se saben explicar, aún me cuesta hablar del tema".

Este establecimiento de la cadena Sol Meliá es el hotel que más cerca está del lugar donde explotó el artefacto mortal. En concreto, se encuentra a unos escasos veinte metros. Antonia estaba en el aparcamiento cuando tuvo lugar la detonación y vio más de lo que le hubiera gustado.

"Cuando me meto en la cama aún oigo el estruendo", afirma. Al recordar lo sucedido, la escena que tuvo la mala suerte de presenciar, su tono de voz tiembla, pero al pensar en los autores de esas dos muertes, la indignación toma el mando: "Esos cobardes han violado una parte de nuestra isla", señala con rotundidad.

Para Fina Espinosa, compañera de Antonia, la ofrenda floral, el momento de silencio y los rezos les sirvieron para quitarse un poco "la rabia y la impotencia". Y es que, como decían otros ciudadanos "no se puede hacer otra cosa" mas que mostrar la repulsa por lo sucedido y el apoyo a los familiares de las víctimas.

Esta mujer explica que todavía hablan del tema, que lo sucedido continúa rondando por los pasillos y en las caras de los trabajadores, y que algunos todavía se siguen acercando al improvisado altar a rezar, a dejar unas velas, o a encender las que ya están. "Al principio pensábamos que era un trueno", recuerda con incredulidad Fina mientras su compañera Magdalena Bauzà asiente: "Es que no nos lo podíamos creer".

"Es que parece que los ves"

Cuando le preguntas por el tema, Magdalena no puede ocultar su emoción. "Me pongo mala", dice mostrando el vello de sus brazos, que se pone de punta al recordar lo sucedido. Ellas ven cada día el sitio exacto en que estalló el coche. "Cada día me cuesta venir. Aún parece que los ves", afirma. "Y encima nos han puesto esto aquí", protesta señalando el cartel con las fotografías de los etarras más buscados, que tienen pegado en un mueble de una sala común.

Ella fue una de las que se encargó de comprar las flores, pero cuando llegó el momento de dejarlas no pudo acercarse. Fue a hablar con los agentes que vigilaban el lugar para que les dejaran pasar a hacer su ofrenda, pero los vio llorando y no pudo seguir adelante. "Ya no pude, no pude". Magdalena tiene cuatro hijos, "de la misma edad que estos chicos", y no quiere, no puede "pensar en lo que estarán pasando sus madres".

Los trabajadores aún se sienten demasiado cerca, en el tiempo y en el espacio, de lo que ha pasado y cuentan que los turistas, aunque se muestran tranquilos, también han sentido lo ocurrido. "Muchos salieron a los cinco minutos de silencio que hubo el viernes pasado junto al hotel", dice Fina. Magdalena señala que "muchos parece que ya están acostumbrados. Nosotros, no".