La presencia de un ascensor en medio de la nada refleja lo que ha sido el proyecto del Palma Arena, un auténtico desastre. El pasado mes de agosto el juez Castro quiso ver de cerca las múltiples irregularidades técnicas de este centro deportivo. Realizó una visita acompañado por los fiscales Pedro Horrach y Juan Carrau. El trío quedó impresionado por los fallos de una obra que costó al erario público más de cien millones de euros, es decir, más de 16.000 millones de las antiguas pesetas.

Pero no sólo ha sido una obra cara, sino mal hecha. No hay pasillo donde no haya goteras, hay zonas donde se filtra el agua y en otras se ha tenido que apuntalar los techos para que no se derrumben. Estas deficiencias no se produjeron precisamente por falta de dinero. Muestra de que todo valía en el Palma Arena es el precio que se pagó por una cocina que apenas se utiliza. Se abonaron 600.000 euros por muebles de cocina de última generación que no tienen ningún sentido en este tipo de instalación, según han señalado los técnicos que están participando en la investigación judicial.

Este proyecto fue elaborado por el prestigioso arquitecto alemán Ralf Schürman, el mayor experto en construcción de velódromos. El arquitecto denunció ante el juez, en su declaración como testigo, que le obligaron a inflar el presupuesto. Schürman abandonó el proyecto cansado de las presiones que estaba recibiendo del Govern. Le sustituyeron los hermanos García Ruiz, que cobraron alrededor de nueve millones de euros por la dirección de obra. Los arquitectos acusaron a su colega alemán de presentar un proyecto lleno de irregularidades. La pista del Palma Arena no ha pasado la prueba para su homologación y sus resultados no son oficiales.