La oportunidad para alertar de la llegada del huracán en forma de crisis que nos azota ya pasó para nuestros gobernantes. Estamos en el centro de las tempestades, el frío y los vendavales. No nos sirve lamentarnos de que nos podían haber avisado, ni tampoco quedarnos quietos, o metidos debajo de la almohada, en espera de que llegue la calma. La bonanza económica va a tardar en regresar. Entre tanto, en vez de sacar lo más malo y xenófobo de nuestro ser, convendría dedicarnos a reforzar las redes de auxilio y cooperación social, ya sean públicas, o privadas. Compartir, aunque sea poco lo que haya para repartir, es la clave.