En el sistema económico ultraliberal en el que se mueven la mayoría de los países del mundo los gobernantes tienen, salvo excepciones, un escaso margen de maniobra para poder afrontar las crisis. La eficacia de la clase política para marcar el rumbo en los malos tiempos también es algo dudoso, por lo que al ciudadano común no le cabe más medicina que salvarse a sí mismo.

Desde la pasada primavera los españoles no hacemos más que llevarnos disgustos que hemos intentado camuflar con el espejismo de la victoria futbolística en la Eurocopa. Bloqueos salvajes de camioneros, desabastecimientos temporales, imparables subidas de precios y más paro. Son algunas de las "últimas alegrías" de la crisis, que, al contrario de lo que dicen los políticos, ni va a ser temporal , ni se arreglará en 2009 o 2010. Los remedios caseros pasan por no tensar la cuerda en los convenios, por ejemplo el de la hostelería, aunque tampoco hay que dejarse pisar. Debemos consumir con sentido común y generar empleos alternativos, echándole imaginación. También hay que cuidar con esmero aquello que nos da de comer.