Entramos en el final de un mes agónico. Como casi siempre, se han puesto muchas esperanzas en la Cumbre Europea de Bruselas, pero ya tenemos antecedentes de reuniones “decisivas” en las que no se consiguió nada. Mientras tanto, se sigue dando una vuelta de tuerca a nuestra economía con recortes y subidas ya anunciadas (recibo de la luz, eliminación del pago de medicamentos en la seguridad social), y nuevos “globos sondas” con medidas mucho más duras como la aplicación del céntimo verde en la gasolina (que no es uno, sino unos cuantos por litro), volver a quitar la desgravación de la vivienda y una subida del IVA mayor de lo esperada si finalmente se revisan muchas categorías a tipo reducido del 8% para llevarlas al 18%.

Mientras tanto los datos económicos no son nada halagüeños, el PIB cae de forma mayor de lo previsto según el Banco de España y la recaudación por impuestos, a pesar de las subidas, se contraen (especialmente en el IVA, mientras que en el IRPF apenas sube a pesar de la elevación impositiva), por lo que la consecuencia más clara de las medidas que se nos vienen encima serán un nuevo ajuste en el comportamiento de los ciudadanos respecto a nuestras decisiones diarias de ahorro, inversión y consumo.

Más parón económico y más ahorro peor remunerado

Siendo este planteamiento “obligado” ¿Cómo nos va a afectar? Viendo estos antecedentes, lo más probable es que de forma muy negativa, con algunas sorpresas, y es que la interconexión entre estas tres variables es completa.

A corto plazo, si se conseguirá una mayor recaudación, especialmente por lo “injusto” que es siempre una subida de un impuesto indirecto. Por ejemplo, el consumo de combustible está bajando en los últimos meses en tasas de un 5-6% anual, si el céntimo verde supone una subida de esa proporción, lo normal es que continué el descenso de su compra, pero más despacio consiguiendo tener un efecto recaudatorio positivo en los primeros meses que luego se anularía. Caso más extremo sería los productos que pasan del 8% al 18%, habría un ajuste en el medio plazo, lo malo es que la parte que se aglutine en ciertos servicios muy acotados como ocio, restaurantes y hoteles, el efecto huida del cliente y destrucción del empleo será muy acusada. En resumen el consumo caerá de forma importante en los próximos meses retrayendo más nuestra economía.

Respecto a la inversión, la eventual eliminación de la deducción por adquisición de vivienda habitual, acabaría con un incentivo muy importante en un sector que prácticamente continúa en caída libre. Si a esto añadimos la escasez de créditos, el futuro es más que negativo. Respecto a la inversión empresarial, mientras que no fluya el crédito seguirá limitada, y si el consumo cae, descenderán los incentivos para iniciar nuevos proyectos.

Todo ello tiene un efecto multiplicador en el ahorro, a cualquier recorte de salario o subida impositiva se traslada parte a consumir menos o compensar las subidas, pero otra parte a “guardarse” por el miedo a que la situación empeore. La realidad actual es que muchos ciudadanos tiran de sus ahorros para sobrevivir en el día a día, pero otros muchos lo incrementan para tener margen futuro.

Lo malo, para el ahorrador, es que este incremento coincidirá con nuevas bajadas de tipos, el Euribor a un año cierra el mes al 1,22%, pero ya el economista jefe del BCE ha adelantado nuevas bajadas que pueden llevar a que el precio del dinero caiga hasta el 0,75%.

En circunstancias normales animaría al consumo, pero fallan los bancos y su posición ahora de “tapón” en el flujo ordinario de efectivo, pero también las instituciones, ya que no quedan claras las próximas medidas a tomar, si habrá más y su éxito. La incertidumbre vuelve a ser la peor de las enemigas, y el ciudadano ante esto da un paso atrás para protegerse por si como dijo Jorge Manrique en verdad “cualquier tiempo pasado fue mejor”.

Antonio Gallardo, iAhorro.com, comparador de Ahorro