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Análisis

Resultado idéntico, sueños rotos

La suma de Podemos y Ciudadanos recoge más votos en Balears que cualquiera de los gigantes del bipartidismo

Teresa Palmer ´solo´ pierde treinta mil sufragios respecto de los resultados del PP en 2011.

El reparto de escaños en Balears calca las elecciones de diciembre. A saber, PP (3) - Podemos (2) - PSOE (2) - Ciudadanos (1). El PP reluce sin deslumbrar. No celebra su magro botín, se homenajea por haber truncado las expectativas fabulosas de sus rivales. Su aumento de 22 mil votos respecto a diciembre sigue dejando a Teresa Palmer treinta mil sufragios por debajo de la candidatura de 2011, que debe ser el auténtico punto de comparación tras la legislatura abortada. ¿Alguien recuerda quién encabezó aquella lista triunfadora?

En sendas elecciones celebradas en seis meses, los populares han conseguido los dos peores resultados porcentuales de su historia en la comunidad. Sus 29 y 35 por ciento se hallan a distancia sideral de una media por encima del 46 por ciento. No abundan las razones para la euforia, por mucho que los socialistas locales también hayan cosechado los dos balances más endebles de su historia, en los comicios celebrados en diciembre y junio. En concreto, porcentajes de 18 y 20, de nuevo con márgenes insultantes respecto de un PSOE que se instalaba cómodamente por encima del 35.

Los tres diputados obtenidos el domingo por el PP suponen un cuarenta por ciento de descenso respecto de los cinco de 2011, la marca tradicional de los populares en Balears. La alegría de los conservadores estalla al comparar su discreto resultado con la catástrofe que vaticinaban las encuestas, y que buena parte de sus dirigentes no solo consideraban inevitable sino también merecida.

Así en Balears como en Madrid, el miedo cambió de bando con tal intensidad que los populares votaron con redoblada ansiedad, mientras que los partidarios de Podemos y compañía dejaron de hacerlo por autocomplacencia. La dictadura de las encuestas abona espejismos interesados, pero no conviene olvidar que la propia Palmer apuntaba al cuarto diputado pese a tratarse de un objetivo fuera de su alcance.

Por remitirse a uno de los datos en solfa, Podemos obtuvo 111 mil votos en solitario en diciembre. Ligado a IU y Més, se detiene en 118 mil. Repitamos, 118 mil votos cosechados por un conciliábulo exótico de políticos inexpertos, y la izquierda habla de descalabro desde su pesimismo visceral.

Una guerrilla de fuerzas alternativas, con líderes locales ampliamente desconocidos, ha logrado seducir o engatusar a uno de cada nueve adultos que pasean ahora mismo por las calles de Balears. Y Podemos ya ha repetido la gesta en dos elecciones consecutivas, capitaneando las fuerzas progresistas por encima del PSOE. Quien hubiera avanzado esta posibilidad hace dos años... Perdón, nadie lo hubiera hecho, con independencia de su salud mental.

Y no hay un partido emergente, sino dos. La suma de Podemos y Ciudadanos, que se hallan todavía en fase embrionaria, supera hoy en Balears a cualquiera de los gigantes del bipartidismo. La resistencia siempre ejemplar de los votantes populares no debe oscurecer a quienes se atrevieron a dar el salto contra todo pronóstico.

Podemos obtuvo el domingo dos diputados. Es decir, dos diputados más de los que cualquier fuerza política distinta de UCD/PP y PSOE había amarrado hasta las generales de diciembre en Balears. ¿El error mayúsculo que hoy se paga con una depresión? En primer lugar, hablar del tercer y cuarto escaños como si fueran frutos colgantes del árbol, que caerían por su propio peso.

Podemos no debió contagiarse de la nulidad predictiva de los encuestadores y politólogos, la última plaga que se ha abatido sobre la información política. En algún momento habrá que colocar al frente de las listas electorales a una persona versada en números, y no solo en las fantasías que alimenta la campaña. El sueño de los delegados de Pablo Iglesias se ha frustrado por no valorar el tesoro de dos diputados.

¿Su segundo error? Podemos ha verificado ampliamente en Balears el sorpasso del PSOE, al que aventaja en más de cinco puntos. Su sueño de un diputado adicional se ha roto porque en realidad nunca pactó con Més. Sometió al partido ecosoberanista a un proceso de ocupación y de humillación, una desconsiderada fusión por absorción.

Podemos paga la prepotencia ajena a aquel pecado original, cuando se relegaba a Més a la cuarta plaza que hoy se confirma de relleno. No se insultaba al gafado Antoni Verger, que fracasa en todas las iniciativas que emprende, solo acierta cuando se retira y abre una campaña electoral insultando a sus socios. Se está ninguneando a votantes ultrasensibles que, a diferencia de las corrientes de aluvión del bipartidismo, creen fervientemente en lo que votan. Y por lo tanto, dejan de hacerlo cuando se les ofende.

Podemos no perdió un solo voto en diciembre por presentarse en solitario, ni ganó un solo voto el domingo por presentarse junto a un socio sojuzgado. La pujanza del partido de Pablo Iglesias se mide en que no solo puede permitirse la derrama de más de siete mil votos hacia los independentistas de SI, sino de desviar además otros siete mil hacia el colectivo animalista PACMA.

Podemos debe preocuparse menos de sus resultados que de sus capacidades. Si no tiene recursos para frenar un vulgar correbou ante Armengol, difícilmente será creíble para sus votantes. En cuanto a la candidatura de SI, contribuir a arrebatarle un escaño al ecosoberanista Verger encaja en el sentido del humor del canibalismo independentista. La fidelidad a las raíces siempre ha alumbrado radiantes derrotas electorales.

Con todo, la traslación estatal de los resultados de Podemos en Balears equivale a cien diputados para Pablo Iglesias en Madrid. Si esta proporción supone un desdoro para el partido emergente, alguien creyó de verdad que el domingo se estrenaba Venezuela. La candidatura de Yllanes desplaza a la izquierda tradicional, pero ahora desde la tristeza. La política es una actividad emocional, como el voto.

Procede hablar en tercer lugar del PSOE, y con eso está todo dicho. Los socialistas crecen en Balears dentro de la miseria, únicamente Ciudadanos pierde cuatro mil votos en la circunscripción. La preservación de dos escaños sirve para animar la noche electoral, pero no corregirá la debilidad que las elecciones añaden al Govern de Armengol.

En clave histórica, el PSOE jamás había sufrido una representación tan baja. Con dos diputados, garantiza prácticamente la imposibilidad de gobernar en Madrid en el futuro. También plantea serias dudas sobre la continuidad del Govern autonómico en su actual configuración.

A cambio, los socialistas mallorquines pueden congratularse de que el PSOE pierda dos escaños en Andalucía, uno más en Valencia y otro en Extremadura. En efecto, son las comunidades que se opusieron radicalmente a cualquier tentativa de pacto con Podemos. Los electores han recompensado generosamente la visión política de sus líderes.

En la relación fraternal con el PP a quien han cedido graciosamente La Moncloa, los socialistas han contribuido en Balears a una ligera remontada del bipartidismo. Después de tres elecciones de distinto signo en que la suma de los partidos antes hegemónicos no superaba el 47 por ciento, su suma alcanza el 55. Por supuesto, a otra distancia estratosférica de una media que en las generales superaba el ochenta por ciento.

Ciudadanos era la última víctima propiciatoria de las encuestas en Balears. Se discutía su fortaleza para mantener su diputado, que no es solitario sino otro logro espectacular. Una vez más, no se aprecia el mérito de raptarle un diputado al todopoderoso PP en uno de sus feudos. De nuevo, ya quisiera Albert Rivera que sus resultados en Balears se trasladaran proporcionalmente al resto del Estado. Sigue funcionando la matriz 2-2-2-2, una dispersión inusitada en una región electoralmente granítica.

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