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Análisis

Expectativas

Expectativas

El elector reclama el derecho a equivocarse. Y, como a casi nadie le gusta reconocer que ha errado, en España se votará más o menos parecido a hace seis meses, con la variante de que esta vez los socialistas se arriesgan a perder la hegemonía de la izquierda que mantuvieron desde el inicio de la Transición. Hay mayor estabilidad en el sufragio, dicen algunos, pero no es difícil percibir un entusiasmo menor al de entonces por culpa del bloqueo y la ausencia de expectativas.

Crece la preocupación sobre el modelo que preconiza Pablo Iglesias. Bruselas, la banca y el Ibex muestran señales de desánimo. Es natural. Como suelen decir los ingleses un par del reino partidario de los cambios es lo mismo que un pavo a favor de la Navidad. Rajoy ha recalcado que no acudirá a la investidura sin los apoyos suficientes, con la intención de atraer hacía sí los votos moderados más reticentes entre el acojone. O aquellos otros de los razonablemente documentados que temen un gobierno de becarios enfrentado a la realidad que paralice definitivamente la economía. Pero mantiene la esperanza de que si se produce el sorpasso en la izquierda, Sánchez será relevado y el PSOE negociará un programa para gobernar con el PP. Los socialistas si se radicalizan y pactan con Podemos están perdidos, si se derechizan y apoyan al PP, también. Y no son un partido de centro.

El entendimiento no resulta fácil, en cualquier caso, tampoco la presumible aritmética, y la situación podría volver a ser la de los pasados meses: un pacto imposible entre posturas encalladas. La otra hipótesis que se maneja, la de abrir un paréntesis con la figura de un independiente en la Moncloa, aceptado por socialistas y populares, que facilite la transición hasta unas nuevas elecciones resulta algo alucinada para el país que somos.

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