España no se recuperará jamás del fiasco del 20D. Celebrar unas elecciones legales y no aplicar el resultado, supera en irresponsabilidad a la convocatoria de un referéndum ilegal de resultado inaplicable. Así se demostrará el próximo domingo. Sin embargo, y a efectos puramente teóricos, escribamos como si estuviéramos en vísperas de unos comicios a la antigua usanza. Es decir, imaginemos que de las urnas vaya a salir un Gobierno.
En la actual tesitura de bloqueo, unas elecciones no poseen mayor virtualidad que un sondeo masivo. En todas las prospecciones celebradas en Balears, crece Podemos. A menudo lo hace en proporciones que deberían dejar boquiabiertos a los encuestadores. Si Rajoy dictó la Ley Mordaza para impedir que los vástagos de los indignados rodearan el Congreso, mucho menos iba a permitirse que accedieran al hemiciclo. De este segundo cordón sanitario se ocuparon Sánchez y Rivera con su pacto estéril. Pese a los ingentes esfuerzos, se le adjudican tres de ocho diputados baleares a la formación de Pablo Iglesias.
La magnitud de la revolución en curso viene definida por la facilidad con la que aceptamos que el neófito Podemos empate a diputados en Balears con el todopoderoso PP, a tres por barba. En proporción a las trayectorias y las estructuras respectivas, la relación debería ser de cien a uno para los populares. Otro rasgo del seísmo es que casi nadie se acuerda del arrinconado PSOE. Con la particularidad de que los socialistas monopolizan el Govern, dada la docilidad manifiesta del vicepresidente Barceló.
Si el domingo próximo se celebraran unas generales con consecuencias, Armengol sería su primera víctima. Sin embargo, en Mallorca se observa un curioso fenómeno especular. La secretaria general socialista se consolida al frente del Govern, conforme se desploman las expectativas electorales de su partido. A menos PSOE, más Francina. Simultáneamente, Podemos gana votos y pierde poder. La relación de propuestas fracasadas de la formación emergente sería dolorosa incluso para un partido en la cruda oposición. En impacto, va por detrás del PI.
Si la macroencuesta del domingo próximo sitúa a Podemos por encima del PSOE en votos, algo tendrá que cambiar en el Govern. En especial, cuando Sánchez vuelva a cerrarse en banda a cualquier Gobierno junto a Pablo Iglesias. Si el sorpasso en el escrutinio balear se traduce en escaños, la baronesa Armengol hará bien en olvidarse de sus queridos socialistas peninsulares, para concentrarse en asumir alguna de las propuestas de Jarabo y compañía.
