Hace seis meses el protagonista inesperado de la campaña fue el obispo de Mallorca y el sonado tirón de orejas que le dio el Vaticano por la relación con su secretaria, el mismo día que Podemos llenaba con cinco mil diabólicas almas el Palma Arena y amenazaba el bipartidismo. Ayer, el animador fue Gerard Piqué, que anotó en el minuto 87 el gol que dio la victoria a España ante la República Checa. A Cristina Cifuentes, la presidenta de la Comunidad de Madrid, de visita en Palma para apoyar a Teresa Palmer, le faltó tiempo para enfundarse la camiseta de España. Y es que el gol influyó más en la moral de los ciudadanos y en la confianza empresarial que todos los mensajes electorales escuchados a izquierda y derecha. Además de proporcionar a Rajoy un tema de conversación sobre el que todavía no tiene la culpa. El primer éxito de la selección y la identificación con el combinado nacional de buena parte del país ha sido la tabla de salvación de los candidatos, el primer motivo de movilización compartida de una campaña electoral caracterizada precisamente en el arranque por la desmovilización absoluta y el reiterado reproche ciudadano a los políticos por habernos conducido hasta aquí.
