Asumimos resignados que las elecciones del día 26 sean en este tórrido solsticio de verano la repetición de las fracasadas del solsticio de invierno. Pero no que para acentuar aún más el carácter de moviola de la campaña los partidos se empeñen en abrirla con idéntico gesto: la inevitable pegada de carteles, práctica prohibida por las ordenanzas municipales de todas las ciudades españolas que los candidatos mantienen sobre soportes móviles que retiran una vez terminado el acto. Todo muy aséptico e irreal. Tal parece ser ahora la esencia misma de la comunicación política: la recreación, la simulación y la interpretación por boca del candidato de turno de mensajes previamente cocinados. A la moviola se sumó ayer el Pulpo Paul de la predicción política estadística, el inevitable Centro de Investigaciones Sociológicas, que regaló una viagra electoral en forma de tres diputados a la coalición Units Podem Més de Juan Pedro Yllanes y Antoni Verger. Y un depresivo único diputado al PSIB de Francina Armengol y su candidato Pere Joan Pons. ¿Es posible empeorar todavía más los resultados de hace sólo seis meses de Ramon Socías? Creíamos que no. Pero el caprichoso de Paul, el CIS, insiste con todos sus tentáculos. Asegura que los socialistas siguen cayendo en barrena y que no hay nuevo candidato que sume un voto. En las pasadas elecciones el CIS acertó en Balears salvo con Ciudadanos. El futuro amenaza de nuevo al bipartidismo, pero aún no está escrito.
