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Análisis

Una tierra no tan de derechas

El PP en caída libre pierde 80.000 votos, mientras que Podemos le pisa los talones y ya es la segunda fuerza de Balears, tras pasar por encima del menguante PSOE

Juan Pedro Yllanes se dirige al público en la fiesta de Podemos. Manu Mielniezuk

Una liga apretada en los puestos de cabeza es mucho más interesante, suelen pontificar los futboleros. Aunque enseguida puntualizan que un Madrid-Barça siempre será el clásico y lamentan el estorbo de otros pretendientes porque en realidad su deporte favorito es el boxeo. Con los dos equipos tradicionalmente dominantes entre la UCI y los juzgados, bienvenidos sean a la competición los aguerridos aspirantes que se creyeron que, en efecto, había partido por delante y espacio para la remontada. El 3-2-2-1 de Balears para PP, Podemos, PSOE y Ciudadanos atestigua que la ciudadanía ha dejado de creer en la alternancia para buscar una alternativa. En 2011, uno de cada dos isleños votaba PP. Hoy es uno de cada tres. Populares y socialistas se han ganado a pulso el desafecto de los suyos a base de consentir la corrupción y gobernar con desgana. No dirán que el batacazo de anoche les viene de nuevas: el partido de ida se jugó en mayo en los comicios autonómicos y las siglas dominantes han presentado en diciembre unas listas que de renovación tenían bastante poco. No pillaron el mensaje, no lo pillaron. Creían que una campaña de ´más vale malo conocido´ les prestaría el oxígeno para tirar otro cuatrienio, pero el electorado ha preferido probar suerte en el más allá. El temor de "que vienen los rojos" tal vez escondía un "que vienen los pactos". Años de manoseo del bipartidismo les ha condenado ahora a un congreso ingobernable.

Histórico: nunca en democracia otras siglas diferentes a PP y PSOE habían logrado enviar su voz desde las islas a la capital. La idea de que la coincidencia de colores en los gobiernos de Madrid y Baleares reportaba algún beneficio para el archipiélago poseía cierto tirón, aunque se sabía falsa. Después de 20 D, Podemos y Ciudadanos se cuelan en el salomónico reparto de los dos bomberos encantados de no pisarse la manguera, y no con timidez precisamente. Con un candidato notable, el juez Juan Pedro Yllanes que iba a dirimir el caso Nóos que sienta en el banquillo a Iñaki Urdangarin y a la infanta Cristina, la formación berenjena se dispara, pisa los talones al PP y ha pasado por delante a los socialistas, que optaron por presentar a un profesional de la cosa pública y han realizado una campaña anodina en que la presidenta Francina Armengol no se ha mojado. La sangría del PSOE es constante, da que pensar que acapare las riendas de la Comunidad con un apoyo social tan flaco. La importancia del rostro en la papeleta queda clara también en el caso de Ciudadanos, que no ha contado con un imán personal que sumar al de su marca, sobrevalorada por las encuestas y los medios, y ha logrado un diputado, por debajo de sus expectativas.

Qué decir del PP, que llegó a rebasar el 50 por ciento de los sufragios de las islas y se ha quedado por debajo del 30. El anhelo de Mateo Isern de superar aunque fuese por la mínima a su odiado José Ramón Bauzá se ha cumplido en relación a las autonómicas, cuando los conservadores se despeñaron hasta el 28,5 por ciento de los sufragios. Pero su tirón computa medio mísero punto, y su partido pierde dos de los 5 diputados que logró en 2011, con un 49,53 por ciento de los votos. ¿A dónde han ido todos estos desencantados? La suma de los respaldos de populares y Ciudadanos no arroja los resultados que los conservadores obtuvieron en 2011, ni mucho menos el hegemónico 53,8 por ciento de 2000. Esos apoyos no pueden haberse perdido habida cuenta de a elevada participación, habrán volado a un Podemos que ha limado los ejes más extremos de su discurso durante la campaña, pero sin renunciar a la idea del cambio. Hay otra suma interesante, la de los más de 33.000 sufragios de Més, que no logra representante, a los 108.000 de la lista de Pablo Iglesias, que hubieran superado al PP de haberse presentado juntos. Eso sí que hubiese hecho historia.

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