Podemos rompió ayer el bipartidismo en Balears: con el candidato y juez Juan Pedro Yllanes a la cabeza, marcan el hito de superar por primera vez en las islas los 100.000 votos sin tener detrás las siglas del PP o del PSOE. También reventaron en Podemos su propio techo electoral, al quedarse cerca de duplicar los 63.000 sufragios de las autonómicas de mayo y apuntarse 110.000, 23.000 por encima del PSOE de la presidenta balear, Francina Armengol. Pero aun así, la fiesta programada fue más fría de lo que esperaban en un un partido que eligió vivir la noche de resultados en una discoteca del polígono de Can Valero. Iba a ser una juerga, y no lo fue tanto.

En eso el cambio también ha llegado a Podemos Balears: en mayo, recibían a los suyos en un local de la calle Pablo Iglesias, un espacio tan pequeño que no entraban ni los líderes, menos aún los periodistas. Ayer montaron la jarana en el Club la Red, un local decorado con globos, carteles en lila y espíritu festivo por el partido que ayer soñaba con pegarse la fiesta en las urnas. Y se pusieron morados de votos, pero no les llegó para el empacho que anhelaban, el que les llevase al Gobierno. Decían en campaña que se podía, que las encuestas estaban profundamente erradas, que estaban remontando. Y remontaron, pero no lo suficiente: parece claro que no presidirán España.

La noche empezaba con mucha gente ilusionada por lo visto en los colegios. Pero las urnas ocultaban ese voto, en muchos casos avergonzado, por el bipartidismo de siempre, ese que ayer volvió a darle el primer y el segundo puesto a PP y PSOE. En el Estado, que no en Balears, como recordaba el juez Yllanes tras subir al escenario, pasadas las 23.30 horas, al ritmo de la sintonía de Cazafantasmas que recibió a Pablo Iglesias en el Palma Arena: "Enhorabuena a todos, somos la segunda fuerza más votada de Balears, pese a que competimos contra los bancos, contra la CAEB (la patronal de empresarios de Balears). Ya no tenemos techo. Esto va para arriba", decía el juez, que ahora será diputado y ayer era el más contento de todos, en una celebración en la que los aplausos fueron toda la noche tímidos.

Nada que ver con los de mayo, cuando la fiesta era pura euforia. Ayer, con el doble de votos, imperaba la decepción, ese suspiro del "casi", que se convierte en frustración ante la posibilidad, quizá, de tener que hacer presidente al candidato del PSOE que menos diputados y votos ha cosechado en la historia. Por eso la ilusión enfriada. Por eso las miradas perdidas pensando en una ley electoral que hace que dos partidos a los que separan muy pocos votos (300.000 hay entre PSOE y Podemos) obtengan tan distinto premio en forma de diputados. La decepción, en definitiva, de lo que no se acaba de entender, de cómo el PP, el partido con más casos de corrupción, vuelve a ser el más votado. En Balears y en España. Con la mitad de votos, sí, pero el primero, lamentaban.

Guiño a Més

Yllanes, aun así, animaba el cotarro, incluso acordándose para ello de la familia, de ese Toni Verger que concurría por Més y es el padre de la nieta del juez, como él mismo recuerda cuando le preguntan: "Me quiero acordar de Més y de Toni Verger: querían ser la voz de Balears y nosotros nos ofrecemos para serlo, un recuerdo especial para Toni y para Més", decía Yllanes, quizá consciente de que gran parte de los 23.000 votos que le han sacado al PSOE proceden de Més, machacado por el voto útil. Otra vez.

Por eso también el aplauso tímido, inconstante, un poco melancólico. Y eso que llegaban datos buenos de vez en cuando. Se aplaudía la victoria de Podemos en Cataluña, en Euskadi. El segundo lugar en Madrid, Valencia y Balears. El adelantamiento al PSOE en todas las islas. Y más avances. Pero ni así: se soñaba tanto con gobernar España que la mayor irrupción en el Congreso desde que el bipartidismo llegó a España sabía a poco.

La cara más extendida entre los simpatizantes decía "y ahora, ¿qué?" Y apunten lo que puede venir, que en las bases de Podemos gobernar con el PSOE de Sánchez da tanta alergia como ver mandar a Rajoy. La opción, dicen, es investir a Pedro Sánchez y obligarle desde el Congreso a aplicar el programa de Podemos en materias como la contrarreforma laboral, la dación en pago retroactiva en casos de desahucio, subidas de impuestos a quienes más tienen o el cambio de paradigma electoral para que el reparto de votos se parezca más al de escaños. "Que gobierne Sánchez, pero con nuestro programa. Y que por una vez cumplan. Ese es el cambio histórico que hemos logrado", sintetizaba una de las mujeres más influyentes de Podemos, que no descartaba una legislatura corta, con adelanto electoral.

Y aun así, la decepción. Ayer el "sí, se puede", convertido en cántico de guerra, sonó en cinco ocasiones contadas. Y a muy pocas voces. Nada que ver con las 5.000 gargantas eufóricas del Palma Arena. Se animaba poco el personal con el discurso de Pablo Iglesias y la sonrisa significativamente congelada de Errejón a su lado. Era una discoteca, pero no una fiesta, pese a que Yllanes, el que puso la cara y ha conseguido 110.000 votos, no se cansó de intentarlo: "Tenemos casi 70 diputados y nuestro programa va a tener reflejo en lo que se haga en este país los próximos años. Así que sí, se puede, vaya que sí se puede". Le siguieron a coro cinco segundos. Que se puede, sí, quizá, pero ayer se esperaban que el "subidón" del que hablaba Yllanes en Balears hubiera sido igual en toda España.