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Sobre ascuas

Caduca Delegación del Gobierno

Ante la proximidad de las elecciones generales que van a dejarla sin cargo, Teresa Palmer amaga la laboriosidad

Qué tiempos, en que Cort se dedica a resolver la situación en el Sáhara, el Consell de Mallorca declara la guerra a Extremadura y la presidenta del Govern reforma ayer mismo la Constitución de España. Quién se va a ocupar de los mallorquines, en medio de esta obsesión por los asuntos exteriores. "Adaptar" la Carta Magna "a la realidad actual", según propuso Francina Armengol, puede ser un empeño desmesurado para las menguadas fuerzas autonómicas. Sin embargo, se pueden abordar pequeños gestos. Por ejemplo, la supresión de la caduca y apolillada Delegación del Gobierno, acompañada de la anulación de las delegaciones en Balears de ministerios con competencias enteramente transferidas.

La delegada del Gobierno en Balears se llama Francina Armengol. Basta con liberarla de alguna carga internacional para que ejerza como tal. La eliminación de la Delegación del Gobierno ni siquiera ocasionará transtornos inmobiliarios. El edificio es fácil de vender, hará otra excelente tienda de Zara. Además, hay que aprovechar la degradación de la institución a su nadir gracias a Teresa Palmer, sin duda el peor nombramiento de Bauzá incluidos Antonio Gómez y Juana María Camps.

Palmer olisquea "intereses personales" en la reforma constitucional. Ha de tener razón, se expresaba con la firmeza de una especialista en la materia. Es la delegada del Gobierno que mejor ha aprovechado la escolta policial, mientras negaba las medidas de seguridad a jueces y fiscales amenazados por la mafia policial. Ha trabajado con tanto ahínco para demostrar la clamorosa inutilidad de su cargo, que ni siquiera se personó en la constitución del ayuntamiento de Palma, por primera vez en la historia de la democracia.

Nadie echó en falta a Palmer en Cort, otra prueba de la esterilidad de la Delegación. Sin embargo, el formulismo "destitución inmediata" se ideó para casos semejantes. Su jefe de publicidad declaró que "no hay un motivo especial para que no fuera". Ante la proximidad de las elecciones generales que van a dejarla sin cargo, la delegada amaga la laboriosidad. Se ausentó de la proclamación de alcaldes pero no faltó al Colegio de Economistas, que elaboró el dictamen para la concesión de Son Espases y que nombró colegiado de honor a Jaume Matas.

Palmer leyó ayer que "los preceptos de la Constitución siguen vigentes". Según demuestra su negación de la democracia en actos cenitales, la vigencia no afecta al artículo 154 donde se prescriben los delegados del Gobierno, un cargo más absurdo que un arciprestazgo. Sus tres últimos ocupantes en Balears han sido Ramon Socias, José María Rodríguez y Teresa Palmer. El primero de ellos cobijó en la Delegación a Rodrigo de Santos, tras su salida de Cort y antes de su entrada en la cárcel. El segundo perdió el puesto por una imputación penal. La tercera no considera adecuado asistir a la proclamación de ayuntamientos democráticos. El único sucesor a la altura de los citados sería Donald Trump, la opción supresora resulta menos dolorosa.

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