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Sobre ascuas

Qué significa ganar para PP (4) o PSOE (3)

La victoria electoral es un concepto voluble, del que se apropian todos los partidos concursantes con independencia de sus resultados. Las encuestas no ayudan en esta ocasión, porque ofrecen conclusiones embarradas. En Balears, la desaparición de los marcadores bipartidistas clásicos, 4-4 o 5-3, complica el análisis. El 2-2-2-2 que se ofrece como matriz de partida no implica que PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos puedan sentirse satisfechos con el doblete. El resultado debe contrapesarse con el historial y las expectativas. A eso vamos.

Para el PP, la victoria en Balears se cifra en la obtención de cuatro diputados. Este resultado implica la pérdida de un escaño y de un veinte por ciento de la cuota de poder. Si los conservadores sufrieran la misma sangría en todas las circunscripciones del Estado, se quedarían en 130 diputados que sellan el fin de Rajoy. La derrota de los populares se enmarca en tres congresistas, por mucho que Isern acaricie este listón como una consagración. No funciona el truco de bajar el sueldo de un empleado a la mitad, y subirle un veinte por ciento al día siguiente. Por mucho que se escude en el pésimo augurio de dos escaños, este descalabro queda más allá de lo inenarrable para la derecha. Retrasaría al PP estatal por debajo del centenar.

El PSOE solo debería congratularse si mantuviera sus tres diputados actuales, el único signo posible de la victoria. Los dos escaños que la candidatura de Ramon Socias contempla como una bendición, suponen un retroceso de un tercio, sin la excusa de haberse desgastado en Madrid y con el presunto auxilio de la presidencia del Govern. El adjetivo inenarrable se queda corto para describir la hipótesis de un solo escaño. Al margen de los votos, los socialistas también se juegan la posición en el escalafón. La pérdida de la segunda plaza en Balears no se traduciría a escala estatal en la travesía del desierto, sino en la travesía hacia el desierto.

La victoria de Ciudadanos consiste en entrar en el Parlamento con un diputado balear, suponiendo que esta adscripción sea aceptada por su candidato madrileño. Quedarse con el marcador a cero supondría un traspié que obligaría a replantear la estética de los cabezas de lista de la formación de Rivera. El segundo diputado que le conceden las encuestas es un triunfo estratosférico, que lo catapultaría a campeón de la noche.

Para Podemos, ganar significa amarrar los dos diputados que las encuestas conceden a los radicales. Quedarse en un escaño implica un triunfo histórico para la izquierda extramuros del PSOE, pero una decepción para una formación que llegó a ser la más votada de España en los sondeos.

La victoria de Més consiste en obtener el escaño anhelado por el PSM desde tiempo inmemorial. En cambio, no hay derrota posible para los ecosoberanistas, porque arrancan derrotados de antemano. Obviando la manipulación de los datos a cargo del CIS, la macroencuesta demostraba que los simpatizantes de Més seguían cambiando de siglas con motivo de las generales. Su entrada en el Congreso demostraría que el candidato importa en la nueva política.

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