Los resultados electorales inclinan la balanza hacia un futuro Gobierno insular tripartito de las formaciones de izquierda, a la espera de que Podemos no se vea contagiado por la indefinición de la que está haciendo gala en Andalucía. Socialistas y Més tienen ya experiencia a la hora de gobernar de la mano y todo apunta a que, con la suma del grupo que encabeza Jesús Jurado, van a dejar en la oposición a una María Salom que se ha pasado cuatro años lamentando que José Ramón Bauzá la haya condenado a gestionar la miseria por los impagos protagonizados por el Govern a la institución insular. ¿La novedad? Por primera vez, el PSOE no presenta un liderazgo claro y la negociación de un nuevo Ejecutivo será protagonizada por formaciones con fuerzas muy similares. Ya no se perfila un jefe con dos amigos, sino un triunvirato de complejos equilibrios.

De poco le va a servir a los populares el argumento de que han sido la formación más votada y de que frente a ellos se sitúa una amalgama de partidos a los que solo une el odio contra el PP. Porque perder casi la mitad de sus representantes no solo supone una debacle que limita cualquier argumento en ese sentido, sino que además, en el mejor de los casos, le obligaba también a depender de otras formaciones como Ciudadanos o Pi para conseguir una mayoría suficiente (y esta última ha marcado muchas distancias con los dos anteriores, especialmente en el conflicto educativo, como para que ese pacto fuera fácil). Es decir, en el Consell iba a gobernar o un batiburrillo de derechas o uno de izquierdas. Y el segundo ha ganado claramente la partida, pese a un PSOE que también ha dejado muchos pelos en la gatera, y gracias fundamentalmente a la fuerza con que Podemos ha hecho acto de presencia y a un Més que ha hecho una demostración de músculo muy superior a lo que muchos de sus componentes esperaban.

Respecto al PP y a la ya presidenta en funciones del Consell, Maria Salom, poco margen de maniobra ha tenido por su problema presupuestario, y escasa renta le han dado unas obras en la red viaria que han sido cuestionadas desde muchos frentes por excesivas.

Ahora el problema va a radicar en negociar el peso que en el futuro gobierno del Consell va a tener un PSOE claramente debilitado frente a un Més que ya le puede mirar directamenate a los ojos en Mallorca y que le puede exigir un intercambio de cromos respecto a quién ocupa las presidencias en el Govern y en la institución insular, con Podemos de árbitro.