El último residuo de la calma mallorquina anida en una votación con horario de tarde. El análisis en bruto de la abstención no ofrece pistas sobre la orientación de los participantes en el ritual democrático. Sin embargo, propicia enrevesados análisis por tratarse del único dato disponible durante doce largas horas de jornada electoral. En las elecciones al Parlament, la renuencia quedó fijada ayer en un 41,3 por ciento.

La abstención en las autonómicas de Balears se sitúa por encima de la registrada en citas precedentes del mismo ámbito. Pese a desdeñar su valor predictivo, cabe consignar que solo queda por detrás de la correspondiente a 1999. Y tampoco es de extrañar que las izquierdas se impusieran en aquella ocasión al PP. En la interpretación tradicional, el castigo más duro que los votantes de derechas infligían a su fuerza de referencia no era la traición, sino la indiferencia.

Los votantes mallorquines se animaron en el horario vespertino, después de una mañana lánguida. En el primer informe de situación, la participación se cifraba en un 33 por ciento, frente al 35 de 2011. Tras la reactivación posterior, el vuelco electoral compitió con regiones menos escépticas frente a las urnas.