Casi 35 millones de españoles están llamados hoy a renovar los gobiernos en 13 comunidades autónomas, más Ceuta y Melilla, y 8.117 ayuntamientos. Pero más allá de la mera elección, la cita supondrá la confirmación o no de la ruptura del denominado bipartidismo: en realidad, más bien el dominio del que han venido disfrutando en las últimas décadas PP y PSOE, que en más de una ocasión se han visto en la necesidad de recurrir a pactos para gobernar; sin ir más lejos, en esta legislatura que acaba, el PP con IU en Extremadura o el PSOE con IU en Andalucía, sin olvidar el tripartito catalán. La irrupción de nuevos actores como Podemos o Ciudadanos y el declive de IU y UPyD auguran, eso sí, un nuevo mapa electoral mucho más fraccionado. De hacer caso a las encuestas, harán falta pactos para gobernar en todas las comunidades autónomas en liza, excepto en Castilla y León.

El PP se juega en la cita de hoy el inmenso poder acumulado en los comicios de hace cuatro años: gobierna en todas las comunidades autónomas excepto Asturias, Andalucía, Euskadi y Cataluña. Además de la gran mayoría de grandes capitales, con tres emblemáticas en cabeza: Madrid, Valencia y Sevilla. Para desesperación de la mayoría de dirigentes territoriales que aspiran a revalidar el mandato popular, el presidente del partido y del Gobierno, Mariano Rajoy, decidió centrar toda la campaña en el argumento de la recuperación económica. Aunque en principio nadie duda de que Rajoy vuelva a ser el candidato a La Moncloa en las generales de noviembre, sí que los votos de hoy servirán para poner a prueba la solidez de la estrategia electoral, puesta en duda incluso desde la Faes que preside José María Aznar.

En el PSOE, el escenario es completamente distinto. El reto es mantenerse como segunda gran fuerza nacional en número de votos y la posibilidad de recuperar el gobierno en algunas autonomías bien en solitario -posibilidad remota- o bien a través de pactos. Pero los resultados también tendrán impacto de puertas hacia dentro del partido. El futuro del secretario general, Pedro Sánchez, puede estar en juego si no se alcanzan los resultados previstos. La división interna entre los socialistas no ha terminado de cicatrizar y pese a su idilio inicial, la relación entre Sánchez y la lideresa andaluza, Susana Díaz, al frente de la federación más potente, se ha deteriorado al tiempo que arrecian las críticas sobre la estrategia adoptada por el secretario general.

Tras las elecciones europeas y las andaluzas, Podemos llega en fase de descenso en las encuestas. Sus expectativas han pasado de ser una fuerza decisiva a competir con Ciudadanos por esa capacidad de influencia y por encaramarse como el tercer gran partido. El propio Pablo Iglesias reconocía el pasado miércoles que la campaña ha sido mucho más apretada de lo esperado, con una mayor resistencia de la prevista por parte del PP y del PSOE y con la irrupción de Ciudadanos, que ha trastocado toda su estrategia política. Su prudencia, además, deriva de los resultados andaluces, que resultaron un poco escasos frente a las perspectivas previas. Además, el partido afronta una situación peculiar: su decisión de no presentarse con su marca a las elecciones municipales arroja dudas sobre la distorsión que pueda provocar entre los votantes que no encuentren la papeleta con su nombre en las mesas electorales. Esa dispersión ha provocado también una disolución del mensaje y la ausencia de los grandes líderes en las campañas de los candidatos a las alcaldías.

Ciudadanos, por el contrario, llega a la convocatoria electoral en la cresta de la ola demoscópica. Afronta la hora de la verdad, de dar el salto definitivo desde su inicial reducto catalán al tablero nacional. De acuerdo con las encuestas, el partido de Albert Rivera será determinante para gobernar en siete comunidades autónomas y tres grandes capitales. Su indefinición sobre sus preferencias de pactos postelectorales -aunque algunos de sus dirigentes ya han dejado entrever las dificultades de apoyar a priori al PP- tiene fecha de caducidad. Conocidos los resultados de hoy, deberá empezar a retratarse en un proceso que resultará vital de cara a las elecciones generales de noviembre, auténtico objetivo del partido, al igual que le ocurre a Podemos.

El ser o no ser

Izquierda Unida, por su parte, se juega el ser o no ser. Los sondeos dejan a la coalición fuera de numerosos parlamentos autonómicos y ayuntamientos en los que estaba presente hasta ahora. Las divisiones internas y el robo de votos desde Podemos han dejado a la fuerza que codirigen Cayo Lara y Alberto Garzón en una situación crítica. Y no crítica, sino terminal, de hacer caso a las encuestas, es la situación de UPyD. Las deserciones y divisiones internas han dejado a Rosa Díez prácticamente sola al frente de un proyecto que no hace tanto aspiraba a ser la bisagra entre PP y PSOE con un discurso de regeneración que le ha sido arrebatado directamente por Ciudadanos.

En las comunidades donde no se celebran elecciones autonómicas, las municipales servirán también de termómetro para diferentes cuestiones, al margen de la batalla que se dará en grandes ciudades como Madrid, Valencia o Sevilla, donde el PP ve peligrar su dominio. La situación más estable se presenta en el País Vasco, donde en principio no se esperan grandes desplazamientos de votos, más allá de comprobar cómo incide la presencia de Podemos sobre el apoyo a Bildu. En Galicia, el PP de Alberto Núñez Feijóo chequeará la influencia de la tendencia nacional en el control que ejerce en la mayoría de los municipios.

Cuestión diferente son Cataluña y Andalucía. En la primera, la sombra de las elecciones del próximo septiembre convertirá la cita de hoy en una primera prueba de la correlación de fuerzas de cara al proceso soberanista. De momento, el escaparate que supone Barcelona augura una gran fragmentación de voto que puede reducir a un papel casi testimonial al otrora poderoso PSC y que deje a CiU fuera de la alcaldía que ahora desempeña. Y en Andalucía se podrá comprobar el efecto sobre los electores del bloqueo en el Parlamento autonómico que ha impedido hasta ahora la investidura de Susana Díaz como presidenta pese a haber ganado las recientes elecciones.

La mayoría de los dirigentes nacionales afrontó las elecciones de hoy como una primera vuelta de las generales previstas para noviembre. Y el desarrollo de la campaña ha confirmado esa tendencia: el debate sobre los problemas autonómicos y locales -por ejemplo la financiación que tantos ríos de tinta ha hecho correr, el papel de las diputaciones, la fusión de municipios o la prestación de servicios sociales por los ayuntamientos- ha brillado por su ausencia para dar paso precisamente a cuestiones de política general más propia de unos comicios legislativos. El resultado de esa estrategia lo conoceremos a partir de las 8 de esta tarde.