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José María Peiró Silla: "Se puede ser feliz trabajando 15 horas diarias, pero a la larga se paga"

"Un buen jefe es alguien que sabe escuchar lo que no le gusta oír, cuando además se lo dice un subordinado y con cierta mala uva", asegura

José María Peiró, en el Palacio de Congresos de Oviedo. e. g.

José María Peiró Silla (Torrent, 1950) es catedrático de Psicología Social en la Universitat de Valencia. Doctor en Filosofía, experto en Psicología del Trabajo, es miembro de la Academia de Psicología de España, dio una conferencia en el III Congreso Nacional de Psicología y habló de la organización de equipos laborales felices.

-Se puede ser feliz y ganarse la vida trabajando. Eso dicen.

-Por supuesto que sí.

-¿Y se puede trabajar 15 horas diarias y a pesar de ello ser igualmente feliz?

-Es posible, pero quince horas son muchas horas. Aunque uno se sienta feliz, no le recomiendo ese régimen de trabajo, porque es claro que esa persona estaría desatendiendo otros ámbitos muy importantes de su vida, y a la larga se paga. Es lo que pasa con la gente a la que se le difuminan los límites entre trabajo y no trabajo. Creo que es vital que todos hagamos un esfuerzo para acotar los tiempos laborales.

-¿Se puede ser feliz con un trabajo de asco?

-Hablemos de penosidad laboral. La hay dañina, impuesta y sobre la que el trabajador no tiene control alguno. Una trampa. Es una penosidad indigna e indecente. Y hay otra penosidad que podríamos incluso calificar de creativa y que tiene mucho que ver con ese concepto que hoy en día no está nada de moda y que es el sacrificio. Si ve imágenes de una cordada en el Everest sus componentes están sufriendo muchísimo, pero se les ve felices. Sufrimiento y felicidad no tienen por qué ser términos contra­puestos.

-Me refería al trabajo precario, muchas horas y mal pagado. Y con un jefe que te dice: "Si no lo quieres, tengo cola en la puerta esperando".

-Para empezar no se puede confundir precariedad con flexibilidad. Autores reconocidos marcaron las cuatro condiciones del trabajo precario.

-¿Cuáles son?

-La primera, un nivel de ingresos insuficiente para subsistir. La segunda, inestabilidad en el empleo, pero no en el marco de la empresa, sino en el del mercado laboral. La tercera es la falta de empleabilidad.

-Qué significa€

-Básicamente que lo que uno sabe hacer ya no vale, ya no interesa a nadie. La cuarta condición es no disponer de un sistema de Seguridad Social. Y dicho esto habría que contextualizar, porque todo depende de la sociedad en la que se enmarque. En España tenemos unos objetivos sobre lo que deben ser las condiciones mínimas de trabajo, pero vaya usted a Sri Lanka y verá que uno de esos objetivos -para ellos, no para nosotros- es reducir en un 10% la explotación infantil. ¿Otro? Incrementar en 10 céntimos el salario de un dólar diario, que es lo que ganan los trabajadores allí.

-¿Un mal jefe puede hundir a cien buenos trabajadores?

-Un mal jefe puede fastidiar mucho, mucho. Pero le contaré una anécdota. Una vez participé en un estudio sobre el tema. A un amplio grupo de trabajadores les preguntamos si en igualdad de condiciones preferían tener buenos o malos jefes.

-¿Hubo algún tonto que prefirió un mal jefe al lado?

-Pues no, la verdad. Usted dirá: qué tontería de encuesta por parte de los psicólogos. Pero seguimos preguntando. ¿Se queda usted con un buen jefe a costa del 5% de su sueldo? La mayoría contestó que sí, que renunciaba a ese 5%. ¿Y a costa de un 8%?, ¿y a costa de un 10%? Y así sucesivamente. ¿Sabe en qué momento se llegó a porcentajes iguales? Cuando les planteamos a los trabajadores si estarían dispuestos a perder el 18% del sueldo para mantener a ese buen jefe.

-¿Conclusiones?

-Por decirlo numéricamente, un buen jefe representa un plus del 18% sobre el salario, y tener encima un mal jefe es como si te quitaran ese 18% de la nómina.

-¿Qué es un buen jefe?

-Una persona competente para crear condiciones en las que sus colaboradores dan lo mejor de sí mismos. Alguien que sabe hasta dónde puede delegar, que sabe resolver conflictos y que en ningún caso ejerce de coleguilla.

-¿Se nace con esa cualidad?

-Claro que no, y menos en estos tiempos. Un buen jefe se fragua, aunque a veces desde chiquitín. Hay que formarse para saber escuchar, que es la lección más complicada que va a tener por delante. Y dentro de esa lección hay un capítulo duro: saber escuchar lo que no te gusta oír. Y dentro del capítulo, un párrafo muy complicado: saber escuchar lo que no te gusta oír de boca de un subordinado. Y ya lo más complicado del mundo es saber escuchar lo que no te gusta oír de un subordinado que, además, te lo dice con mala uva pero tú sabes que no le falta razón.

-¿Un trabajador contento es un trabajador productivo?

-No necesariamente. Existe ese equipo de trabajo cuyos miembros dicen: aquí trabajar, trabajamos muy poquito, pero qué bien nos llevamos todos.

-El trabajo como droga.

-Sucede. Y es algo que pasa factura. Es parecido a lo que decíamos del exceso laboral, estructuras tu vida en función de una exigencia muy alta, como ocurre con los deportistas de élite, y, cuando la meta se esfuma, se corre el riesgo de entrar en barrena.

-La gente sueña con dejar de trabajar, oiga.

-No todos. El trabajo no sólo te da dinero para vivir, sino que contribuye a la identidad personal y a dar sentido a la vida. Es como nuestra tarjeta de visita. Cuando a usted le preguntan qué es, probablemente responde: "Soy periodista".

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