Mucho ha llovido desde que en 2006 se celebrara el primer 3GSM, nombre con el que arrancó en Barcelona un evento sobre telefonía móvil que, con el paso del tiempo, se ha convertido no solo en el mayor evento del sector a nivel mundial, sino también uno de los más destacados de la tecnología en general.

Pero el de este año no va a ser un año más, sino el del asalto al trono de la telefonía móvil mundial. Desde la distancia, marcas como Huawei, Lenovo o LG han visto durante años cómo alcanzar en ventas -y beneficios- a la todapoderosa Samsung era una misión imposible. Pero algo está cambiando en el sector.

El hueso que supuso para Samsung el Galaxy Note 7 y sus baterías provocó un claro descenso en las ventas. Según Gartner, el último trimestre de su año fiscal lo ha cerrado la coreana con un descenso en la entrega de dispositivos de 4,2 millones de unidades, lo que supone un retroceso del 5,2% con respecto al mismo trimestre de 2015.

Esta situación ha provocado que, por primera vez en mucho tiempo, Apple haya sido la marca que más dispositivos ha vendido, según Strategy Analytics. Desde hacía más de un año Samsung había mantenido a raya a la norteamericana, siendo la que más móviles vendía en todo el mundo. Pero Apple ha sabido aprovechar los últimos errores de la coreana para darle la vuelta a la situación. En el primer trimestre de su año fiscal, la compañía estadounidense vendió 78,3 millones de iPhones, lo que suponía no solo superar a su máximo competidor, sino también romper con la racha de caídas en ventas de trimestres anteriores. Por si esto fuera poco, las ventas del iPhone 7 y el iPhone 7 Plus impulsaron los ingresos trimestrales a las cotas más altas de su historia: 78.400 millones de dólares. El año anterior, Apple había vendido 75 millones de iPhone -3,3 millones menos que ahora- y obtuvo unos ingresos de 75.900 millones de dólares -2.500 millones menos-.

Samsung, por su parte, está contribuyendo a perder esa cuota de ventas -y de mercado- en favor no solo de Apple, sino también de otras marcas. Su estrategia de ir abandonando poco a poco los teléfonos de gama baja, fabricando dispositivos de gama media de más calidad y con un precio más elevado -un buen ejemplo es el nuevo Galaxy A5- está haciendo que otros fabricantes ataquen el nicho de mercado que deja la coreana. Según la consultora IDC, la china Huawei sigue siendo el tercer fabricante que más móviles vende en el mundo, y al cierre del año 2016 se ha producido una evolución significativa ya que ha aumentado sus ventas globales un 38,6% con respecto a 2015. Con unas entregas de 45,4 millones de unidades en un año -12,7 millones más-, el gigante chino tiene su vista puesta en el segundo puesto del ranking mundial, pese a que todavía está lejos de la coreana.

Toda esta situación se ha producido en uno de los más curiosos años que se recuerdan en el sector de la telefonía móvil. Mercados emergentes como el latinoamericano, donde se esperaba un enorme crecimiento, han visto como las ventas aumentaban mucho menos de lo esperado. Mientras tanto, el reinado de la telefonía móvil ha cambiado de aires dejando la majestuosidad de los rascacielos de Seúl por las viviendas residenciales de la pequeña población californiana de Cupertino, a la vez que otros jugadores han entrado en escena con una fuerza poco común. La china Oppo ha conseguido en un año vender más del doble de teléfonos que en 2015. Y eso sin tener presencia en muchos países. De los 14,4 millones de unidades vendidas en 2015 ha pasado a 31,2 millones en 2016, alcanzando el cuarto lugar en la clasificación mundial.

Con todos estos antecedentes, la edición de este año del Mobile World Congress que se celebra en Barcelona promete ser una de las más interesantes que se recuerdan. Samsung no presentará ninguna novedad significativa, mientras que Huawei, LG y ZTE van a echar la casa por la ventana y presentarán dispositivos que sorprenderán a propios y extraños. En el año en el que el iPhone cumplirá su décimo aniversario, solo nos resta saber quién será el siguiente rey de la telefonía móvil mundial.