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La guillotina amenaza la huerta

El Tratado Transatlántico de Libre Comercio (TTIP), que negocian la Unión Europea y Estados Unidos, pretende abolir las denominaciones de origen

­Con la independencia de la metrópoli, Estados Unidos abolió los títulos nobiliarios procedentes de Inglaterra. Francia lo hizo en la Revolución. Ahora la Asociación Transatlántica de Libre Comercio e Inversión (TTIP) que negocia la Unión Europea con los vecinos del otro lado del Atlántico quiere instaurar la democracia alimentaria y pretende eliminar las denominaciones de origen, esos apellidos que distinguen a los alimentos selectos de la UE. Se trata de una larga lista con montañas de productos españoles.

Estados Unidos no respeta las indicaciones geográficas de la UE, especialmente las de alimentos. No es nada nuevo. Uno de los mejores ejemplos estriba en que en cualquier tienda de licores, por menos de ocho dólares, se venden llamativas botellas de champagne, etiquetadas como tales, con bebida elaborada en California. Algunos envases se parecen sospechosamente a otros de factura francesa.

El 75% de los blancos efervescentes consumidos en Estados Unidos son presentados como champagne. Los de Reims, los verdaderos, no sobrepasan el 10% del mercado. Algo parecido pasa con quesos como el manchego, francés o el feta griego.

Los productores estadounidenses están acostumbrados a utilizar en su beneficio marcas y nombres amparados por denominaciones de origen en Europa. Ese comercio es sumamente rentable. Si no está dispuesto a renunciar a él un presidente moderado como Barack Obama, menos lo hará un posible futuro inquilino de la Casa Blanca más radical y "nacionalista".

Así que, lejos de apaciguarse los ánimos, el temor de agriculto- res, ganaderos y productores arte- sanos aumenta a medida que avanzan las conversaciones para poner en marcha la mayor área libre de intercambio comercial del mundo.

En España las críticas al TTIP arrecian desde las organizaciones agrarias y ecologistas. En 2015 el Gobierno trasladó a Bruselas su temor por la desprotección de las denominaciones en el futuro acuerdo. Aunque el Ejecutivo de Rajoy, desde diciembre en funciones, defiende el pacto con los americanos, también ha hecho constar su preocupación encontrado en las marcas de calidad una red de protección contra la crisis. En cambio, el departamento de Comercio de los Estados Unidos considera las figuras de calidad de Europa simples marcas genéricas. De ahí que al champagne de Napa Valley le sal- gan aliados tan exóticos como el jerez de California y el oporto de Oregón.

En la vieja Europa las cosas son diferentes. La denominación de origen es como una joya de familia.

A los productores estadouni- denses les interesa mantener invariable el statu quo actual. El llamado Consortium for Common Food Names (Consorcio por los Nombres Genéricos de los Alimentos), un lobby activo y poderoso, denuncia incluso los "ataques" de la Unión Europea contra sus alimentos. Para intentar evitar la debacle, la Comisión Europea ha introducido en la negociación doscientos productos asociados a una tierra.

La idea partió del secretario de Estado francés de Comercio Ex- terior, Mathias Fekl, defensor de la bautizada como "diplomacia de los terruños". Al lobby de los lácteos norteamericanos le ha faltado tiempo para oponerse a esa lista.

Sus argumentos dejan sin palabras a quienes defienden el nuevo mundo multicultural y diverso: "Somos una nación de inmigrantes, un melting-pot cultural. Ese saber tradicional es también nuestro, el de nuestros antepasados".

La superficie cultivada de Francia, primera agricultura de Europa, equivale al 8% de los 375 millones de hectáreas agrícolas estadounidenses.

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