Como siempre, cada nueva jornada en el Mobile World Congress se inicia con un espectacular madrugón. Mientras el despertador suena con su plomizo cantar a las 06:30 de la mañana, en tu cabeza no dejas de oir a ese Pepito Grillo al que nunca hacemos caso, y menos aún cuando la pasada noche te susurraba que te fueras a dormir pronto. Por qué no le haría caso. Te desperezas, te lanzas a la ducha buscando ese gélido abrazo que te despierte de una vez por todas mientras te consuelas pensando que, pese a la huelga, vas con tiempo suficiente para inaugurar el congreso de los congresos. Pero una vez más, la realidad supera a la peor de tus pesadillas.
Bajas a la calle, son las 08:00 y cada nuevo taxi con la luz verde apagada que te pasa por delante es una nueva oportunidad de llegar tarde a la apertura de puertas en la Fira de l´Hospitalet de Llobregat. Maldita huelga de metro.
La ansiada, esperada y necesaria línea 9 del metro, que por fin me llevaría en un suspiro al recinto ferial del Mobile World Congress estaba ayer bajo mínimos. Funcionando a la mitad de su capacidad, la moderna y automatizada línea va atestada y los vagones se detienen pero nadie baja. Todo el mundo va al mismo sitio.
Desesperado tan solo te queda una solución: el autobús. Pero pronto te das cuenta de que tu última esperanza es una nueva pesadilla. Los buses urbanos van tan llenos que ni tan siquiera se detienen en las paradas, y los vehículos de refuerzo son tan solo una tirita que de nada sirve cuando el enfermo se está desangrando.
Miles de coches se agolpan en las calles de una ciudad condal ya de por sí sobrecargada de tráfico que no necesita además una salvaje huelga de metro que tan solo provoca la ira de decenas de miles de ejecutivos y periodistas provenientes de todo el planeta.
El día de más lustre del más esplendoroso de los congresos de tecnología móvil que hay en el planeta fue tan solo una inerte sombra paralizada por una huelga que dejó, literalmente, a la ciudad del móvil totalmente inmovilizada.
