Los protagonistas del partido del siglo entre Real Madrid y Paris Saint Germain fueron los mallorquines Rafael Nadal y Marco Asensio. Ahora bien, el espectáculo se celebró lo más lejos posible de Mallorca. La relación de monstruos del deporte se amplía con Rudy Fernández, Jorge Lorenzo, Alba Torrens, Marcus Cooper y compañía. Salvo un pequeño detalle. Todos los gigantes juegan fuera de la isla.
Las dificultades económicas para optar a una simple eliminatoria de la Copa Davis en Alcúdia confirman que Mallorca es de Segunda B. La condena a divisiones inferiores no se limita a los clubes locales de fútbol y baloncesto. La isla no exporta genio deportivo, lo expulsa, olvidando que la eclosión de Carlos Moyá o Nadal se vio favorecida por la celebración de torneos que les permitieron soñar con su proyección internacional.
La generosidad con fondos públicos, 850.000 euros, ha de compensar la tacañería de los empresarios turísticos de Alcúdia, 50.000. Al margen del enfrentamiento latente entre ayuntamiento y patronos, la ambición privada de los hoteleros que se exteriorizó por última vez en Miami Beach, contrasta con su despreocupación hacia el entorno en que prosperan.
Los 50 mil euros comprometidos por los hoteleros de Alcúdia, una sexta parte de la cantidad recaudada por sus colegas valencianos, equivale al gasto en Mallorca de unos treinta turistas, frente a los más de diez millones de visitantes que recibe anualmente la isla. La predisposición a una renuncia por roñosos no debe entenderse dramática ni peyorativamente, en cuanto aceptada con alivio por los empresarios. En ningún momento hubieran considerado que perdían de antemano una cita con la Davis, sino que se ahorraban 50 mil euros.
Los titanes del deporte mallorquín mantienen una vinculación exclusivamente turística con la isla. Adoran a Nadal, pero prefieren que los ciudadanos paguen a escote sus tarifas de estrella mundial. Tres millones anuales del Govern en el anterior Pacto de Progreso, o casi un millón ahora por una cuota de Davis.
