"Estar en Segunda B es horrible, pero hoy he disfrutado como un enano", decía orgulloso un abonado mallorquinista a su salida de Son Moix. Acababa de presenciar la victoria de su equipo ante el Atlético Baleares en el primer derbi de su vida. Y eso que ya tiene 36 años, pero es que el duelo oficial en Liga no se jugaba desde la temporada 1979/80, más allá del de la primera vuelta en Son Malferit. No fue un día cualquiera. Para nadie. Ni para los que vistieron de bermellón ni, por supuesto, para los que presumieron de blanquiazul. Ni dentro ni fuera del terreno de juego. Fue una fiesta del fútbol mallorquín en la que no se registraron incidentes importantes de ningún tipo, aunque el morbo rebosaba por los cuatro costados. Desde el primer minuto hasta el último, pero no del partido, sino de toda la mañana. Porque quedaban dos horas para que empezara el encuentro y cerca de doscientos aficionados se agolpaban en la entrada del aparcamiento del estadio. Había ganas de derbi.

Los jugadores del Mallorca fueron llegando uno a uno con sus coches particulares, con el portero Manolo Reina como uno de los más aclamados. Justo lo contrario vivió en sus carnes el Atlético Baleares a su llegada y Guillem Vallori en particular, el centro de las críticas, y que recibió muchos insultos, todo hay que decirlo, de muchos aficionados rojillos. Le acusan de haberse mofado del club en el que se formó y haber provocado a sus hinchas a través de las redes sociales. Precisamente en Twitter circuló ayer una imagen del central tocándose los genitales mirando a la Tribuna Cubierta al finalizar el encuentro, un gesto feo y que indignó todavía más a los 'barralets'.

Sin embargo, más allá de este episodio puntual, la cordialidad reinó durante la jornada. El jugador del Baleares Xisco Hernández, que se recupera de una lesión, conversó amigablemente con el técnico del Mallorca Vicente Moreno antes de empezar el duelo. Su homólogo Horacio Melgarejo se unió durante un instante a la charla. Los directores deportivos de ambos clubes, Javi Recio y Patrick Messow, con una bufanda blanquiazul en el cuello, también se saludaron efusivamente. Los futbolistas miraban a la grada cuando calentaban, sorprendidos de que los aficionados les animaran como si el partido ya se estuviera jugando. Y faltaban veinte minutos para las doce. Incluso los de Son Malferit correspondieron en bloque con un aplauso los gritos de ánimo de los 900 que ocupaban el Fondo Sur.

Entre los 11.354 espectadores que acudieron al estadio había muchos que lucían sus mejores galas. Era el día perfecto para mostrarse orgulloso del amor por sus colores. "Balearico el que no bote", se oyó en numerosas ocasiones por parte rojilla. "Que bote el Lluís Sitjar", respondían con sorna los blanquiazules, conscientes del cariño que le tenían sus vecinos a su antiguo estadio. Hacía tiempo que un partido no se vivía con tanta intensidad. Es habitual que los 'Supporters' sean los que más animan, pero es que ayer incluso se vio saltar a la gran mayoría de seguidores ubicados en la abarrotada Tribuna Cubierta como si fueran unos ultras. Tuvieran veinte o sesenta años. Es la magia del fútbol. "A Primera", cantaron algunos de ellos llevados por la euforia en una mañana de esas que se recordarán dentro de varias décadas. Fue el primer derbi de la historia en Son Moix. Está por ver si es el último. En eso está el Mallorca.