El número uno fue más número uno que nunca. Rafael Nadal aumentó su leyenda como uno de los más grandes de la historia del tenis al conquistar por tercera vez el Abierto de Estados Unidos, su decimosexto título de Grand Slam, a tres de los 19 que suma el gran Roger Federer. Nadal se impuso sin problemas al sudafricano Kevin Anderson, 32 del mundo, en tres sets, en un partido en el que se pudo comprobar casi desde el principio la gran diferencia que existe entre uno y otro jugador.

Nadal, que ganó su primer torneo en pista dura desde Doha en 2014, conquistó ayer su quinto título del año tras Montecarlo, Barcelona, Madrid y Roland Garros, en una demostración de que, a sus 31 años, está viviendo una segunda juventud. Ha mejorado ostensiblemente en todas las facetas del juego, sobre todo su servicio -ayer inmaculado- y la derecha, la paralela y la cruzada. El tenista de Manacor está demostrando una vez más que si las lesiones le respetan, y este año lo están haciendo, es capaz de ganar a cualquiera, por mucho que el errático año de Djokovic y Murray -ambos de retirada hasta 2018- haya contribuido a su ejercicio triunfal.

Nadal cumplió con los pronósticos que le señalaban como claro favorito. La historia de sus enfrentamientos con Anderson lo decía todo: 4-0 para el mallorquín, que solo había cedido un parcial. La de ayer fue prácticamente un calco de los duelos anteriores. El manacorí solo obtuvo resistencia desde el otro lado de la pista en los compases iniciales del partido, con un Anderson fresco y haciendo gala de su gran servicio, junto al de Karlovic el más potente del mundo. Era cuestión de paciencia, de que Nadal encontrara un momento de debilidad en un rival que, a medida que pasaban los minutos, se veía superado por la trascendencia del momento. Pese a sus 31 años, Anderson, un buen tenista pero que nunca se ha situado en el ´top ten´, empezó su declive en el partido en el séptimo juego del primer parcial cuando cedió su servicio por primera vez. De nada le sirvió llegar a sacar a 217 km/h. Nadal rompió el saque de su rival y ya encontró una autopista hacia la adjudicación de la primera manga.

La rotura del servicio en el segundo set se produjo en el sexto juego. Nadal se encontraba a gusto, volaba en la pista, mientras que Anderson era una estatua. Le costaba horrores moverse y llegaba siempre tarde a los golpes que le llegaban desde el otro lado de la red. Anderson acusó la rotura porque, después de conservar Nadal su servicio, volvió a perder su saque. De nuevo 6-3 en el segundo set.

Y el tercero, con Anderson definitivamente rendido, empezó con otro ´break´ de Nadal que iba a resultar definitivo para la suerte del partido.

Superada la treintena, no se adivina el final de un Nadal que no pierde el apetito por ganar, por aumentar su leyenda. Con Djokovic y Murray fuera de combate y a la espera de que los nuevos talentos despunten de una vez, solo Federer parece capaz de cuestionar su reinado. De momento, y parece que por mucho tiempo, el rey indiscutible es Nadal.