Uno de los repetido distintivos de los cuatro grandes triunfos de Chris Froome en el Tour de Francia -2013, 2014, 2016 y 2017-es que los ha preparado todos ellos con entrenamientos en Mallorca.

Por algo sus carreteras y rutas son el escenario que desde hace más de una década eligen todos los inviernos los responsables del equipo británico Sky para afrontar las dos primeras concentraciones de pretemporada. Organizando intensas sesiones de entrenamientos en diciembre y enero de cada curso, con su base de operaciones habtitualmente en hoteles de la zona del Port d´Alcúdia.

Un ritual que recomendó en su día Bradley Wiggins y que se ha instalado como una tradición en el seno del mejor equipo ciclista del mundo, y posiblemente de la historia. También como una cierta obligación, ya que su trabajo de base en la isla ha permitido al Sky ganar cinco de las seis últimas ediciones del Tour de Francia. La primera de ellas en el 2012 con Wiggins y con Froome frenado.

Al margen de su cíclica relación con Mallorca, a sus 32 años, Froome sigue recordando en muchas ocasiones a aquel niño que aprendió que la bicicleta era un elemento de libertad dando paseos por el Monte Kenia. Un pensamiento que regfrescó ayer, en el momento de coronar el podio de París por cuarta vez. Cifra que le coloca a una sola victoria de los mitos del ´club de los 5´: Anquetil, Merckx, Hinault e Indurain.

Un triunfo planificado, sin avasallar, producto del estudio del recorrido y del apoyo de un equipo de elite. Los cronómetros de Düsseldorf y Marsella le dieron a Froome un triunfo ajustado, controlado, pero sin mayores apuros.

La historia recuerda que Froome empezó a montar en la bicicleta de hierro que le cedió el mayor de sus dos hermanos. Rodaba por la sabana keniana, a veces entre manadas de animales salvajes, algo que hubiera espantado a cualquiera. No fue el caso de Christopher, hijo de una fisioterapeuta y de un operador turístico que organizaba safaris.

En Sudáfrica, donde fue trasladado el negocio de su padre, nació su pasión por la bicicleta y se alistó en su primer club. Antes de ser adolescente en aquel país fue niño en Kenia, en el África negra. Pertenece a una familia inglesa originaria de Brighton y vivió junto a sus tres hermanos en la capital keniana hasta los 14 años.

La vida al aire libre le marcó su empatía con el continente negro, a pesar de algún susto "de muerte". Y es que una vez la presencia de un árbol le salvó de vérselas cara a cara con un hipopótamo. Y la bilharzia le castigó la salud, una enfermedad derivada de un parásito que de vez en cuando aparece para restarle glóbulos rojos.

En el colegio Saint John de Johannesburgo adquirió acento de Oxford y sus modales de gentleman. Y aprendió a vivir apartado de la familia. En la misma ciudad estudió economía, pero a un año de la licenciatura dejó de estudiar cuando el ciclismo profesional llamó a su puerta.

Froome se presentó en sociedad en la Vuelta a España 2011. Era gregario de Wiggins y acabó segundo, por delante de su jefe de filas y por detrás del español Juanjo Cobo. No ganó la Vuelta por 13 segundos, el tiempo que perdió por esperar a Wiggins camino de Manzaneda y La Farrapona.

En 2012 Froome no se llevó el Tour por los mismos motivos que no ganó la Vuelta, por tirar de freno para no descolgar a Wiggins.

Su sueño de ganar el Tour se cumplió el 2013 y el 2014. Una serie de caídas se lo impidieron en el 2015, obligado a retirarse. En el 2016 se reiventó y triunfó de forma magistral. En en el 2017 ha ajustado más que nunca. Midiendo sus esfuerzos, controlando y disfrutando del dominio total del Sky.