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Análisis

El único juez al que no le gusta el fútbol

A nadie han sorprendido los delitos atribuidos a Ángel María Villar, el asombro proviene de que la justicia se haya atrevido...

El único juez al que no le gusta el fútbol

A nadie han sorprendido los delitos atribuidos a Ángel María Villar, el asombro proviene de que la justicia se haya atrevido a detenerle. La categoría fundamental del rosario de violaciones legales que se le imputan es la desfachatez. No hará falta rastrear artificios de ingeniería financiera, la Federación de Fútbol ha gobernado el país sin necesidad de antifaz. Tiene que ser apasionante contemplar el encarcelamiento de toda una clase política por comportamientos compartidos, y saberse inviolable porque nadie puede atentar contra el opio esférico del pueblo.

Villar cae en las redes de la fiscalía Anticorrupción, el fútbol volverá a insistir en que no se somete a los tribunales ordinarios. Su reino no es de este mundo. La Federación por excelencia es el último reducto del franquismo, una dictadura benévola en un deporte donde los mitos mayúsculos estafan al resto de los ciudadanos mediante el fraude fiscal a gran escala. El presidente del cortijo sabía que cada ovación estruendosa a Messi o Cristiano certificaba la invulnerabilidad de sus sombríos manejos. Habrá caído en manos del único magistrado de la Audiencia Nacional a quien no le gusta el fútbol. Santiago Pedraz es un juez sospechoso de leer libros, tal vez inmune a las glorias futbolísticas de la selección.

Detenidos al alimón, Villar y Padrón fueron los hermanos Calatrava de los programas radiofónicos de medianoche. Según la investigación en curso, aprovechaban los partidos de la selección para sus manejos. Es decir, la máxima expresión del patriotismo colectivo se hundía en el lodazal de la corrupción. El público abucheaba a Piqué por su españolidad renqueante, en lugar de dirigirse al palco donde se lesionaban los intereses cenitales de la Nación.

Tres décadas en un cargo son una garantía de corrupción, aunque no está claro que Villar necesitara la longevidad para adquirir maestría en sus maniobras tenebrosas. La estética debe declinar ante la ley, pero ha sido desagradable verse gobernados por un personaje de pésimo estilo, prosa interjectiva y una mente disuelta entre vapores. El ministro de Cultura y portavoz ha aprovechado para decretar que "nadie es intocable", olvidando que su jefe lo ha sido hasta la fecha. Y dado que el presidente de la Audiencia Nacional ha anunciado que recibirá a Rajoy a la puerta de la institución, con motivo de su testifical en la corrupción de la Gürtel, a Villar deben colocarle como mínimo la alfombra roja y un photocall. Además de concederle el saque de honor de su interrogatorio.

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