Es el tenista antidivo. Siempre en un segundo plano, protegido por la alargada sombra de Roger Federer -se ve muy poca prensa helvética en París ante la ausencia del más grande-, Stan Wawrinka (Lausana, 32 años) se ha plantado en su cuarta final de un Grand Slam sin hacer excesivo ruido, ni antes ni durante el torneo. Vencedor en el modesto torneo de tierra de Ginebra como mejor aval y tras una discreta temporada sobre arcilla, jugará su cuarta final de un 'grande', y que las haya ganado todas le convierte en un jugador todavía más temible de lo que es.

Ha empezado a sumar majors en la madurez de su carrera. A los 29 años llegó el primero, en Australia ante Nadal; a los 30 el segundo, Roland Garros ante Djokovic, y el pasado verano el US Open, de nuevo ante un serbio que empezaba su descenso a los infiernos.

Desde 1973 no se presentaba un jugador tan veterano en la final de París (Niki Pilic, 33 años). Y se ha metido en la final tras una exhibición de tenis de altura ante el número uno Andy Murray tras cuatro horas y 34 minutos de dura lucha. En un duelo excelso, los mejores golpes fueron suyos y su revés a una mano, letal, enamoró a los aficionados que llenaron la Phillip Chatrier.

Con un físico que no es especialmente el de una persona atlética, Wawrinka, conocido por la grada como 'Stanimal' o 'Stan de man', es de padre alemán, y criado en una granja de animales. Por lo tanto, acostumbrado a trabajar desde pequeño. A los ocho años empuñó su primera raqueta y a los 17 se hizo profesional. Un año después se proclamaría campeón junior en Roland Garros.

Poseedor de 16 títulos, su transformación se produjo con Magnus Norman, el extenista sueco, finalista en Roland Garros en 2000, que extrajo los fantasmas que pululaban por la cabeza de un Wawrinka bipolar, capaz de lo mejor y de lo peor. La complicidad entre ambos queda demostrada cuando el suizo se lleva el índice a la frente tras la consecución de un punto importante, en una clara señal de que en la pista no se mueve por impulsos, sino por lo que dicta su cerebro. Norman, que era el entrenador del sueco Robin Soderling cuando este hizo encajar la primera derrota a Nadal en Roland Garros, en 2009, y ya dirigía a Wawrinka en su victoria sobre el mallorquín en Australia 2014, ha logrado el cambio en su pupilo, y de buen jugador le ha convertido en uno de los grandes, jugando de tú a tú al big four, Federer, Nadal, Djokovic y Murray.

El rival hoy de Nadal pasó por un momento personal delicado en 2010 cuando se separó de su mujer y madre de su hija Alexia, Ilham Vuilloud, modelo y presentadora de televisión. A los siete meses de nacer su hija llegó la ruptura. "Me dijo que tenía nuevas prioridades en la vida. Hizo las maletas y se mudó a un hotel", relató en su día su exmujer. Ahora sale con la tenista Donna Vekic, de 21 años.

Pese a su pleno en finales de Grand Slam, Wawrinka, que mantiene una buena relación con Nadal, con quien entrena cuando coinciden, sabe que parte como víctima ante el mallorquín, que se ha mostrado pletórico durante todo el torneo. "Puede que pierda, pero sé que lo voy a dar todo", apunta, consciente de su teórica inferioridad en tierra, pero avisando de sus intenciones.