Fue el Murray-Wawrinka uno de esos partidos difíciles de olvidar, o al menos durante mucho tiempo. Un duelo con muchas alternativas y que no se decidió hasta el quinto set y tras cuatro horas y 34 minutos de un tenis excelso: 6/7, 6/3, 5/7, 7/6 y 6/1. Y lo hizo a lo grande, con su impecable revés a una mano, posiblemente el más elegante del circuito, para meterse en su segunda final en Roland Garros tras ganar la primera en 2015 ante Djokovic.

El primer set se lo llevó el suizo de 32 años, siempre a la sombra del inigualable Federer pero que se ha sabido hacer un nombre, con mayúsculas, en la era de los Federer, Nadal, Djokovic y Murray. Desperdició una ventaja de 5-3 y una pelota de set en la muerte súbita. Set para Murray.

Pero era el día de Wawrinka. Igualó el partido con un claro 6/3. En el tercer set lo tenía todo a favor (3-0) y (4-2), perdiendo el saque para el 5-2.

Demasiados contratiempos que no desaprovechó el número 1 para darle la vuelta al marcador y adjudicarse el parcial por 7/5. Todo ello aderezado con puntos increíbles por parte de los dos que hicieron las delicias de los aficionados. En el cuarto ambos jugadores conservaron el servicio hasta el ´tie break´, que se anotó Wawrinka para igualar el partido.

El quinto fue un paseo para el suizo, que antes de este partido presentaba un balance desfavorable de siete victorias por diez del escocés. En un visto y no visto se puso 5-0. La final no se le podía escapar ante un rival que se hundió en el momento decisivo.