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Minuto 91

La triste realidad de los números

Olaizola da órdenes desde la banda. julián rus/la nueva españa

No mereció perder el Mallorca en Oviedo. Eso que quede muy claro. Fue mejor que su rival, pésimo, al menos ayer, y mereció, si no ganar, al menos no perder. Pero el que se llevó el gato al agua fue el rival de los rojillos, que no es el primero ni será el último que se lleva la victoria ante un rival que últimamente se lleva los elogios, pero no los puntos. Uno de los muchos problemas del Mallorca, no menor, es su extrema dificultad para perforar la portería contraria y su facilidad para encajar goles. “De media ocasión nos han marcado dos (goles)”, dijo ayer Olaizola. Exageró, pero no anduvo muy lejos. En concreto, fueron tres las llegadas claras del once de Fernando Hierro y dos acabaron superando a Cabrero, ambas con una extrema facilidad de los rematadores. Y así es muy difícil. Pasan las jornada y cunde el desánimo. Ya no basta con hacer méritos. Los hizo en Getafe, en Reus, ante el Cádiz y ayer en Oviedo. Pero la realidad es que de doce puntos posibles, el equipo solo ha sumado tres. Es hora de ganar. Y, aunque suene a tópico, el partido del domingo ante el Rayo Vallecano en Palma vuelve a ser una final para los rojillos, a quienes se les acaban las excusas.

Jornada de exmallorquinistas. El Mallorca no solo no gana -solo cinco victorias en 24 partidos- sino que ha de ver cómo jugadores que un día vistieron la camiseta rojilla marcan goles decisivos para sus equipos. Fue el día de Joselu, aquí ninguneado y ahora máximo goleador de Segunda. Al Córdoba le marcó el decimosexto de la temporada. Como lo fue del menorquín Sergi Enrich, protagonista por partida doble en la humillación que el Eibar infligió al Valencia en Mestalla. O el de Ortuño, que marcó el gol de la victoria del Cádiz sobre el Mirandés. O el de Julio Álvarez, que a sus 35 años sigue liderando al Numancia y marcó dos de los tres goles de su equipo al Alcorcón. Y para colmo, el que marcó David Costas al Mallorca que supuso la victoria del Oviedo. Jugadores que en su mayoría no triunfaron en la isla pero que se han reivindicado en sus lugares de destino.

El caso Zozulya. Demasiada hipocresía ha destilado el caso del jugador ucraniano que, ante las amenazas de los hinchas amenazas de los hinchasmás radicales, ha visto frustrado, de momento, su fichaje por el Rayo Vallecano procedente del Betis. Sus simpatías con el nazismo, totalmente repudiables, no parece motivo suficiente para rechazar su llegada al club de Vallecas. Y más teniendo en cuenta que en el Betis, dicen, se ha portado de maravilla. Porque si nos ponemos tan estupendos, ¿qué hace jugando el bético Rubén Castro, denunciado por malos tratos? O el atlético Lucas Hernández, tres cuartos de lo mismo. Por no hablar de los propios hinchas del Rayo, que no son, precisamente, un modelo de buen comportamiento.

Lógica suspensión del Celta-Real Madrid. La seguridad por encima de todo. Se ha leído y escuchado alguna barbaridad en torno a la suspensión del Celta-Real Madrid por los desperfectos en la infraestructura del estadio de Balaídos. Si los técnicos del Ayuntamiento de Vigo, que algo sabrán, han dictaminado que el estadio no está en condiciones de albergar un partido de fútbol, habrá que hacerles caso. Solo que una persona, sea aficionado o futbolista, corra el más mínimo peligro para su integridad física, la suspensión está más que justificada. Por lo tanto, bien suspendido está.

Maestro Toni Nadal. El tío y entrenador del campeón de Manacor ofreció una conferencia en Barcelona esta semana. Resumiendo, que es gerundio: el talento sin trabajo no sirve de nada. Está claro.

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