"Buenas noches, soy Toni Nadal. Soy el entrenador y tío de Rafael Nadal. Siempre remarco lo de tío porque es una de las razones más importantes por las que he sido y sigo siendo su entrenador, pues no es fácil despedir a un familiar".

Toni Nadal estuvo, el pasado martes, simplemente genial. Portentoso. Protagonizó, en un abarrotado teatro Apolo de Barcelona, una conferencia, patrocinada por el banco Mediolanum, en el ciclo Motivadores Tour, digna de cualquiera de las finales de Grand Slam que ha ganado su pupilo.

Contó que su historia es la de un niño que, desde muy, muy, muy pequeño, quiso ser deportista de élite. "Quería ser futbolista, pero como empezó a ganar en tenis, se decantó por el tenis". Y un tío, que jugaba a tenis y, al final, se hizo entrenador tras no poder completar las carreras de Derecho e Historia. "Él soñaba con llegar a la élite y yo con que uno de mis pupilos jugase en el circuito profesional".

La historia de esta pareja indestructible se centra en la disciplina y, sobre todo, el carácter, las ganas inigualables de trabajar duro y la fe ciega que Rafael tiene en su tío, al que, de niño, llamaba ´Natali´ o ´Toni mago´, porque hacía magia. Como aquel día que hizo creer a su sobrino que haría llover si el rival empezaba a ganarle; llovió (de casualidad, claro) y Rafaelet se acercó a Natali y le dijo: "Puedes parar la lluvia porque creo que a este tío le puedo ganar".

El técnico de uno de los iconos del deporte español explicó, con una leve sonrisa en los labios, que tenía la sensación de que se habían equivocado al invitarle al Motivadores Tour "pues soy bastante excéptico a la hora de creer en motivadores, pues yo en lo que creo es que cada uno de nosotros, en nuestra profesión, debemos encontrar la motivación para conseguir lo que perseguimos. Y, en ese caso, yo, como motivador, me debí limitar a la etapa de formación de Rafael, cuando aún no tenía formado el carácter, que es lo más importante de un deportista".

De todos modos, reconoció que, con el paso del tiempo, "al darme cuenta de que, a veces, sí necesitamos algún estímulo exterior, que alguien nos tienda la mano, que nos marque el camino". Eso sí, para Toni Nadal "para que un motivador funcione ha de haber alguien que quiera motivarse".

Nadal explicó que "a la gente que triunfa no paramos de halagarla, de hacerle creer que todo lo hace bien. Y, en ese sentido, mi papel ha sido totalmente el contrario. Si ustedes hablan con Rafael verán que jamás dice que es un jugador extraordinario, ni excelente. Él sabe que siempre se puede mejorar y que todo, todo, depende de él. Que él, y solo él, es el culpable de las victorias y las derrotas. Yo jamás le he engañado y he tratado de enseñarle que todo está en la mente, si no controlas tu cerebro ¡cómo vas a controlar la bola!, y en el trabajo. Nunca admitimos excusas".

"Antes de la final de Montecarlo 2006, frente a Roger Federer, me preguntó en el vestuario cómo veía el partido. Bastante mal, Rafael. Federer tiene un drive mejor que el tuyo, un revés bastante mejor que el tuyo, una volea muuucho mejor que la tuya€y, cuando le iba a decir, que ¡ya no digamos el saque!, me interrumpió y me dijo ´para, para, ¡vaya moral que me estás dando para salir a la pista!´. Si quieres, le dije, te engaño, pero Federer te pondrá en tu sitio. Mejor te digo la verdad y así sabremos a lo que nos enfrentamos. Piensa lo que tú tienes mejor que él: la ilusión y correr. Así que sal a la pista, empieza a correr y a ilusionarte. Y ganamos, sí. Ven, soy un motivador atípico".

Toni no cree en el talento. O no solo en el talento. "He visto a jóvenes con muchísimo talento que se han estrellado". Cree en el talento final, que es la suma del talento innato más miles de horas de trabajo. "Por eso he tratado de responsabilizar a Rafael de que todo depende de él, de que jamás estuviese lo suficientemente contento de lo que hacía, de que siempre tuviese la necesidad y ansias de mejorar".

Para el maestro Nadal "es imposible mejorar si no amas lo que haces, debes sentir pasión por lo que haces; es imposible mejorar si no eres consciente de lo mucho que cuesta progresar, avanzar; y es vital no saberse lo suficientemente bueno. Siempre le hice creer que era peor de lo que en realidad era". Es más, un día, cuando Rafael era un pipiolo, o casi, tenía unos 15 años, Toni y Rafaelet fueron a comer a casa de Carlos Moyà, que ya había ganado un montón de cosas; Roland Garros, un montón de finales en el Master, etc. Y Moyà le preguntó a Toni si le gustaría que, al acabar su carrera, Rafael tuviese el palmarés de Albert Costa, que acababa de ganar en Roland Garros. "Para nada lo firmo, aspiro a que Rafael sea mejor". Y, acto seguido, me hizo la misma pregunta pero sobre su palmarés. "Y yo, claro, estaba en casa de Carlos ¿qué iba a decir?, pues le dije que sí, sí, que me encantaría que Rafael acabase con su mismo palmarés, lo firmo". Pero, cómo no, al salir de la casa de Moyà, Toni se detuvo antes de subir al coche con Rafael y le dijo: "Se lo he dicho por cortesía, para quedar bien porque para nada firmo su palmarés. Tú serás mejor". Y, curiosamente, de eso mismo estaban hablando los tres, 24 horas antes de la final de Melbourne del pasado domingo.

Esa dureza en el entrenamiento convirtió a Rafael Nadal en un niño durísimo y sumamente responsable. Tanto que en una ocasión, en un torneo satélite en Terrassa, cuando tenía 15 años, estaba perdiendo un partido y no se dio cuenta de que tenía la raqueta rota, totalmente roto el marco y, claro, no metía una bola dentro de la pista. Toni se lo dijo, cambió de raqueta y perdió, sí, pero no por el 6-0 inicial sino por 7-5. Toni le comentó cómo era posible que, con los años que llevaba jugando, no se hubiese percatado de que estaba jugando con la raqueta rota. "Su respuesta", contó el maestro Nadal, "fue muy elocuente". "Estoy tan acostumbrado a tener siempre la culpa yo, que para nada me hubiese imaginado que era la raqueta la que me hacía fallar".

Desde que le descubrieron una lesión congénita en un pie "Rafael ha jugado siempre, siempre, con dolor". Para Toni Nadal, la clave de su sobrino es el carácter. "Ahora solo nos perseguimos el talento, el conocimiento, los avances tecnológicos y los deportistas viven rodeados de médicos, preparadores, entrenadores, dietistas y nos olvidamos de lo que es realmente importante: la formación del carácter. Al final, lo que determina el éxito es la inteligencia emocional, la perseverancia, la disciplina, el orden, el trabajo duro. Porque la gente que triunfa es aquella que se da más oportunidades a sí misma. He sido muy duro con Rafael, pero era la única manera de que aprendiese a ser fuerte mentalmente, que no se rindiera nunca, que perseverase y fomentar su capacidad de aguante. Nunca una excusa nos permitió ganar un partido".

Para reforzar esta tesis, la de que el carácter es vital, más que el talento o la tecnología, Toni explicó que cuando Rafael llegó al circuito, los mejores jugadores eran Roger Federer, Lleyton Hewitt, Guillermo Coria, David Nalbandian, Marat Safin, Juan Carlos Ferrero, Andy Roddick, Carlos Moyá y Andre Agassi. "Seis tenían menos de 22 años, Ferrero (23) y Safin (24). Hoy en día, dentro de los mejores del mundo, no hay ningún joven, a pesar de tener talento, técnica, preparación, sofisticados sistemas de entrenamiento, manager, médicos, fisios, dietistas... pese a todo eso, los jóvenes de hoy en día aún no han superado, ni ocupado, los puestos de los de arriba, de los veteranos". ¿Por qué?, sencillo, porque no tienen carácter. O, teniéndolo, no lo ejercitan, no lo trabajan, no son duros, no sufren, no aceptan las adversidades.

Es en ese sentido, en su método, su manera de preparar a Rafael, donde Toni Nadal fue más escéptico a lo largo de la conferencia. Porque cree poseer un libro de estilo muy particular. Es más, cuando le invitan a dar charlas o hacer seminarios para que explique dónde está el secreto, dice: "Yo no entiendo por qué me invitan, ya que siempre pienso que se van a quedar perplejos cuando les cuente la auténtica realidad y es que siempre hemos hecho lo mismo: si fallamos el drive, entrenamos el drive, si fallamos el revés, entrenamos el revés y el saque, que lo fallamos siempre, lo entrenamos pero no nos sale nunca".

Y para escenificar la cantidad de veces que personas de su entorno han tratado de incitar a Toni y Rafael para que cambiasen de método o reflexionasen sobre lo que estaban haciendo (siempre sin éxito, por supuesto), el técnico contó una anécdota muy reveladora. "Estábamos en Lyon para disputar un torneo y Rafael acababa de renovar su contrato con Nike, por una cifra muy importante. Y hacia allí vino el jefe supremo de tenis de la firma norteamericana, supongo que para comprobar si la inversión que había hecho, estaba bien hecha, era correcta o no", narra Toni.

Él, Rafael, Carlos Costa -extenista de primera línea y manager de Rafaelet desde siempre-, fueron invitados a comer por el jefazo de Nike. "Fuimos a una pizzería, sí, estos americanos no suelen ser muy espléndidos. Era sábado y Rafael y yo habíamos quedado que al día siguiente, domingo, entrenaríamos y, después, nos iríamos a hacer unos hoyos a un campo de golf". La cena fue muy correcta y Rafael se comió dos grandes pizzas. Al día siguiente, en efecto, Toni y Rafael entrenaron duro y, luego, se fueron ajugar a golf. El lunes siguieron entrenándose y el martes "tal y como entramos en la pista, salimos, porque nos metieron una paliza tremenda, creo que fue 6-3, 6-0, un jugador, por cierto, no demasiado bueno".

A la mañana siguiente, Costa le dijo a Toni que había recibido una llamada del ejecutivo de Nike que había cenado con ellos el sábado "quejándose de la falta de profesionalidad de Rafael, de lo poco que cuida su alimentación, de lo mucho que se distrae con el golf." Y Toni le dijo, muy sorprendido a Costa, que él sabía que "eso es lo que hemos hecho toda la vida y siempre nos ha ido bien, ¿no?".

A las dos semanas, el team Nadal se desplaza a Madrid y, siguiendo con la misma tónica, es eliminado, a las primeras de cambio, por un Alex Corretja, que ya estaba meditando su retirada. "Bueno, entonces ya vi que se complicaba la cosa, poque enseguida hubo reunión de comitiva: Costa, Rafael, su padre, el médico, el preparador físico, yo¡había que encontrar el problema! Y al doctor no se le ocurrió otra cosa que decir que ´Rafael pierde muchas energías en otras cosas, como jugar a ping-pong y a billar contigo, Toni´. Y yo me quedé sorprendido porque, en efecto, eso era otra cosa que llevábamos haciendo toda la vida". Y hubo, sí, gente de la comitiva que creía que había que cambiar aquellos hábitos.

No dio la sensación (Toni no acabó de explicarlo el martes por la noche), de que cambiasen, de pronto, sus costumbres. Lo cierto es que un mes después Rafael Nadal ganó la Copa Davis y derrotó al número 2 del mundo, encaramándose poco después a ese prestigioso puesto. Y lo que sí recordó Toni fue que "a partir de ese gran triunfo, las dos pizzas dejaron de ser un problema y pasaron a ser necesarias porque Rafael corría como un loco y se tenía que alimentar mucho; el golf dejó de ser una distracción porque le servía de relax; el estrés del tenis se iba con el golf y, al parecer, cuando jugábamos a ping-pong y a billar, ya no perdíamos energías. Vaya".

Para Toni la auténtica realidad era mucho más simple aunque, tal vez, menos agradable de aceptar, más duro de reconocer: "O no nos entrenábamos lo suficiente o el rival era mejor que nosotros. ¡Eso sí cuesta aceptar! Que el rival sea mejor que nosotros es duro de reconocer, pero debe reconocerse, por supuesto. La verdad es que no hay que ir a buscar los problemas tan lejos, ni irnos por las ramas. Lo que hay que hacer es buscar el camino más fácil y, sobre todo, insistir en que cuando más trabajas, más posibilidades tienes de tener éxito".