"Jugamos como nunca y perdimos como siempre". La frase la dijo, creo recordar, Alfredo di Stéfano. Es un clásico en boca de técnicos y futbolistas, como el famoso "el fútbol es asín". Afortunadamente, el Mallorca no perdió ayer, pero su evidente mejoría de las últimas jornadas no acaba de plasmarse en victorias. Si no contundentes, al menos anunciadoras de que será un contrincante difícil y peleón sea quien sea el rival.
Ayer tocó el Cádiz, que apostó por verticalizar el juego y dejarse del toque y el control. Le fue bien al equipo de Olaizola, con el alocado y chispeante juego de Moutinho, la potencia de Lago Junior y las improvisaciones de Brandon. La lesión de Álex Vallejo parecía crear un nuevo problema al técnico vasco, pero Dzjelar aprobó en la misma labor y no desentonó junto a Juan Domínguez en una segunda parte en la que mereció más el Mallorca.
Pero no. No hay manera de plasmar las buenas sensaciones en puntos. Y esa es una mala señal para un Mallorca que, recordémoslo, sigue en la zona peligrosa y no está en descenso porque es el tuerto en el reino de los ciegos.
Ya dijo Olaizola que está bien no perder, pero que empieza a ser necesario empezar a ganar. Lo mejor es que la plantilla parece saber ya a qué juega, ahora solo falta encontrar la portería contraria. Y acertar, claro.
