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Preferiría no hacerlo

El bucle

Cambian los futbolistas y los gestores, pero permanecen los vicios. Fundamentalmente dos: la prepotencia y la desidia. Lo de querer ganar con el escudo va camino de convertirse en seña de identidad del Real Mallorca, como 'Dimonió' o el color rojo de la camiseta. Cuando un futbolista cree que va a ganar con el escudo desdeña pelear un balón dividido o correr más que el rival. Y eso es exactamente lo que sucedió contra el Reus, al margen del calamitoso planteamiento de Fernando Vázquez. El Mallorca dejó pasar los minutos enredado en pases horizontales y disparando balas de fogueo contra la portería rival. Ese fútbol árido tan del gusto del técnico gallego que terminó en homenaje al Reus por su debut en el fútbol profesional.

Imperdonable

No es un problema de calidad, sino de convicción. Lo primero es accesorio en esta categoría, lo segundo fundamental para instalarse en las alturas. Es imperdonable que el Mallorca no saliera a morder a un rival netamente inferior y conquistar una victoria estratégica que alejara los fantasmas del pasado. Al contrario, el equipo sigue en el bucle en el que se metió cuando descendió, inadaptado a una categoría que le sigue resultando indescifrable. Hay tiempo y margen de mejora, pero prácticamente ningún argumento para creer que esta temporada será más exitosa que otras.

La credibilidad de vázquez

Los efectos colaterales de la derrota inaugural los sufre sobre todo Fernando Vázquez, un técnico cuya credibilidad quedó seriamente dañada a consecuencia de la desoladora segunda vuelta de la pasada temporada. Improvisar un 3-5-2 después de haber trabajado casi toda la pretemporada con un 4-4-2 suena a ataque de entrenador. La fórmula falló porque Vázquez no tiene futbolistas para jugar así y porque calibró mal la respuesta de un Reus más vigoroso en ataque de lo que él mismo esperaba. Mal lo va a tener el técnico gallego si el equipo no endereza el rumbo rápidamente. Nadie aguanta tanto tiempo en la cuerda floja.

El discurso de molango

La derrota también ha dejado en fuera de juego a Maheta Molango, un ejecutivo demasiado proclive a lanzar mensajes mesiánicos. El consejero delegado es otro directivo convencido de que su gestión marca un antes y un después en el club, pero eso solo se consigue con hechos y no con palabras. Sobran las arengas cuando uno se equivoca en decisiones trascendentales como la continuidad del entrenador.

Éxito olímpico

Los Juegos terminan con un notable éxito para la delegación española, que se ha apuntado diecisiete medallas después de un tímido inicio. En todo caso, es injusto medir el trabajo de muchos deportistas en función del número de metales que se adjudiquen. Para la mayoría de ellos el triunfo ya fue llegar a Río después de cuatro años de esfuerzo, sacrificio y privaciones. Y merecen el mismo reconocimiento los que han salido victoriosos que los que han abandonado la Villa Olímpica sin premio.

Otro salto del deporte femenino

Estos Juegos han servido para constatar el enorme potencial del deporte femenino. Las mujeres han copado buena parte de las medallas de la delegación olímpica española, confirmando una progresión que viene de lejos. La mayoría de ellas volverá al anonimado un minuto después de que se clausure la competición para preparar en silencio su asalto a los Juegos de Tokio, lo mismo que muchos deportistas de disciplinas minoritarias que solo disfrutan de los focos en citas de esta envergadura.

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