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Análisis: Abrines escala en profundidad, por Matías Vallés

Àlex Abrines acelera en el escalafón sin necesidad de culminar los escalones que atraviesa relampagueante. Si existiera la figura del maltrato baloncestístico, se podría atribuir a la relación estupefaciente del Barça con el jugador mallorquín. Solo la apabullante confianza en sí mismo del alero le ha permitido sobrevivir al sambenito de irregular jugador genial, al que solo se recurre cuando no queda otro remedio. Desde la primera temporada azulgrana, tras quemar a toda prisa la etapa en Unicaja, quedó claro que el entrenador cumplía a regañadientes con las instrucciones del club sobre un fichaje que no satisfacía sus designios técnicos.

En el capítulo final del contrato barcelonista, Abrines tampoco figuró en el quinteto que se jugó a muerte la última Liga contra el Madrid. El entrenador prefería a Oleson. Este apartamiento deliberado hubiera estancado cuando menos la carrera de un jugador menos dotado. Sin embargo, el mallorquín se revuelve, toca madera de banquillo y clausura una temporada sin Liga ni League ingresando por la puerta grande en la NBA.

Los espectadores agradecemos la presencia en la cancha de jugadores de clase depurada, como el aspirante a Oklahoma Kid. Sin embargo, los entrenadores se muestran inmisericordes con las estrellas con puntería pero que no bajan el culo al defender, por mencionar groseramente el talón de Aquiles de Abrines. Concreta su afán de protagonismo en el ataque, transita del descaro de las nuevas generaciones de deportistas españoles a la impertinencia. Tampoco se esconde en las declaraciones, tiene que haberle costado convivir con el ostracismo a que le ha condenado su último entrenador.

El penúltimo presidente de la Federación encumbraba a Abrines como salvador del baloncesto español, Garbajosa no lo citaba en su enumeración estelar durante la campaña electoral. Mallorquín sustituye a mallorquín, y no se hablaría con igual énfasis del Oklahoma Kid si no aspirara al codiciado trono de heredero de Rudy. El neófito en la NBA se mira jugando. No precisará de adaptación a la liga estratosférica porque nació campeón, aunque no disponga de títulos para probarlo. Escala en profundidad. Ha llegado a la cima a fuerza de calidad y de ambición, no de números.

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