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Opinión

La coz más veloz del universo

La coz más veloz del universo

Interrumpo mi absoluto desdén hacia los deportes que se practican sentados, para felicitar a Rossi por haber desafiado a Newton al propinar la coz más veloz del Universo. Si lo hubiera hecho en la calle, estaría en la cárcel. Si lo hace en el circuito, está en la calle, premiado con el podio y con los comentarios benévolos de comentaristas equidistantes, porque los periodistas ejercemos ya únicamente de coristas de pilotos y políticos.

El tímido cachete de la organización a Rossi demuestra que el motociclismo propugna la apología de la violencia. No lo censuramos, solo reclamamos que nos ahorren la consternación obligatoria cuando se produzca el próximo fallecimiento de un piloto, y se detenga forzosa y forzadamente al planeta para llorar al caído. Vista la reacción a la pataleta del italiano, las muertes en carrera deberían considerarse un triunfo de la competición, un aliciente para atraer público y patrocinadores.

Según el mundo del motor, si Rossi abandona su casa malhumorado por la tortura de un vecino ruidoso, tiene derecho a coger su vehículo y atropellar a una docena de ciudadanos no míticos. Desde luego, encontrará un pelotón de expertos y periodistas que le disculparán. Presentar como víctima al agresor es otro éxito del deporte profesional. Ni a los circos se les permite ya exhibir espectáculos con bestias. Los defensores de las patadas a centenares de kilómetros por hora obligan a extirpar el motociclismo de la emisión en horario infantil, y debieran dar que pensar a las marcas que se juegan el respaldo de sus consumidores.

Es curioso que pueda ganarse el mundial de motociclismo a patadas, hasta las disciplinas paradeportivas tienden al fútbol. Malasia no liquida el mito de Rossi, acaba con la competición. En cuanto al deporte en general, cuántos ejemplos habrá que acumular antes de concluir que el deporte profesional administrado por los padres de Messi, Neymar, Rossi y antihéroes más próximos no alberga un solo valor moral. Ni falta que les hace.

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