Ha bastado un solo partido para que Isco haya conquistado al público y levantado en él la ilusión del futuro y que reencarne el juego que ganó dos Eurocopas y un Mundial. Con una sola sesión, el malagueño se ha erigido en la figura que ha de conducir a la Roja a la reconquista de los valores perdidos. Un jugador no hace equipo, pero lo puede iluminar. Un solo futbolista no puede bastarse para crear ilusión colectiva. Salvo fenómenos tan esporádicos como Pelé, Di Stéfano o Maradona, nadie ha sido capaz de encabezar las grandes revoluciones futbolísticas.

En casos como el de Isco, si continúa su progresión, se pueden empezar a plantear soluciones para salir del túnel al que se ha entrado inesperadamente. Isco, en menos de noventa minutos, ha sido llamado a ser el arquitecto que levante el nuevo edificio de la selección. Ha crecido una nueva figura aunque aún esté en el tiempo de maduración. Para crear nueva casa para la Roja habrá que concretar más el sistema a implantar. Contra Bielorrusia hubo mucho entusiasmo y atisbos futbolísticos como el juego por las bandas de Juanfran y Alba.

Isco creció en la cantera del Valencia. En Paterna llamaba la atención y Unai Emery no se atrevió a darle todo el juego que por sus maneras apuntaba. Dijo de él que era culibajo y ello le restaba posibilidades. Lo subió al primer equipo en contadas ocasiones y aunque el público lo acogió pronto en su seno, la frustración por las pocas oportunidades le hizo considerar la necesidad de emigrar. El Málaga pagó los seis millones de euros de su cláusula y se lo llevó. Eran los momentos de euforia con los petrodólares de Al Thani.

Manuel Pellegrini, a quien le costó ver a Cazorla y por ello el Villarreal lo prestó al Recreativo con derecho a vuelta a casa, sí encontró en Isco el jugador que iba a tener brillante futuro. No se equivocó. Como tampoco quienes vieron la posibilidad de llevárselo al Bernabéu. Carlo Ancelotti también constató que las cualidades del jugador son enormes.

El entrenador madridista, que ha puesto los focos en Isco, lo ha tenido que hacer con el problema de tener que alinear forzosamente a Bale, Cristiano y Benzema, además de colocar en el centro del campo los dos fichajes de lujo de la temporada, Kroos y James.

Ancelotti ha tenido que demostrar que su equipo gana con 4-3-3 y también con 4-4-2. En las pruebas se ha visto obligado a compatibilizar el cariño del público del Bernabéu por Isco y la necesidad de rentabilizar a James y Bale. El míster madridista ha echado del recurso de la mano izquierda, para que los egos no malbaraten la convivencia en el vestuario. El Madrid tuvo la suerte de que Bale se lesionara y Ancelotti ya no tuvo que recurrir a ningún subterfugio para que Isco triunfara. Con la vuelta del galés tendrá que seguir buscando argumentos para que ninguno se sienta agraviado y, por supuesto, que el progreso de Isco no sufra deterioro.

Pellegrini entendió a Isco y le dio la oportunidad de consagrarse en Primera. Ancelotti lo ha cuidado y Del Bosque le ha dado la alternativa. Del campo del Recreativo salió entre ovaciones y en ciudad de Litris y Chamacos podría afirmarse que cortó orejas y salió en hombros por la puerta grande.