­Toni Nadal se ha medido en Melbourne a rivales más curtidos que los afrontados por su sobrino. Modesto o estoico, por asignarle una escuela filosófica de su agrado, el profesor de tenis de Manacor ha derrotado por ejemplo a Stefan Edberg, ganador de seis citas del Grand Slam, además de ídolo juvenil de un Federer que lo rescató como segundo entrenador. El tío de Rafel Nadal también ha dejado en la cuneta a Boris Becker, ganador de seis Grand Slam y contratado por Djokovic a diez mil euros semanales para hacer el ridículo en Australia. Tampoco llegó ni a semifinales del torneo de entrenadores Ivan Lendl, con ocho Grand Slam en su currículo y la responsabilidad de que Andy Murray le iguale en aburrimiento pero no en gloria. En fin, el tío Toni se ha impuesto asimismo a otros campeones otoñales como Michael Chang, el estadounidense de origen chino que conquistó un Roland Garros y apadrina hoy al japonés Kei Nishikori. O a Sergi Bruguera, el vencedor por dos veces en París que apadrina la eterna decepción de Gasquet. Por tanto, los escépticos que dudan al resolver qué jugador mallorquín es el mejor tenista de la historia, no pueden vacilar al pronunciarse sobre la identidad del mejor entrenador de todos los tiempos.

Por ceñirse a los viejos maestros de incorporación reciente, tanto Edberg como Lendl y Becker habían ganado en dos ocasiones el Abierto de Australia, una experiencia estéril a la vista del desarrollo del torneo. O no recuerdan cómo lo hicieron, o no han sabido insuflar su espíritu a sus discípulos, o las anteriores disquisiciones son pamplinas frente al peso del azar. Los tres entrenadores han sido también número uno del mundo, otro entorchado irrelevante en el deambular de sus pupilos. Sólo uno de ellos alcanzó las semifinales en Melbourne, para ser convenientemente aplastado por Toni Nadal. La ausencia de enfrentamiento directo puede esgrimirse como atenuante en el caso de jugadores, pero un entrenador se mide por el resultado global. El tío Toni no ha dejado a ninguno en pie para la final, ha sorteado los escollos donde embarrancaron sus célebres colegas. De nuevo, ¿quién es el mejor del mundo en su gremio?

Los precedentes singulares de Mats Wilander -siete Grand Slam- entrenando a Marat Safin o de Jimmy Connors -ocho Grand Slam- con Andy Roddick contrastan con la incorporación masiva de viejas glorias. Algo tendrá que ver la urgencia por desbancar a Toni Nadal, como artífice del campeón que se impone en todas las superficies y que se recupera milagrosamente después de meses de lesión. Se acostumbra a relativizar la calidad del entrenador mallorquín, planteando si sería capaz de replicar su éxito con otro jugador menos monstruoso que su sobrino. De momento, tampoco Becker/Edberg/Lendl diseñan campeones a su altura. Tal vez las inconsistencias propias son más fáciles de propagar que las habilidades. A propósito, el preparador físico de Rafel Nadal puede presumir de una receta infalible para crear ídolos, porque Juan Forcades esculpió previamente la musculatura de Carlos Moyá. Dos números uno del mundo salidos de un mismo fabricante.

Becker había polarizado las expectativas, entre los maestros reciclados en aprendices de directores de escena. Su fracaso en Australia no puede sorprender a quienes hemos observado en directo su escasa personalidad. Hace treinta años entrevisté a Ion Tiriac, creador de un adolescente campeón alemán y probablemente el único entrenador más riguroso con su pupilo que Toni Nadal, en el supuesto de que el técnico mallorquín no se inspirara en el cóctel de filosofía y disciplina del vencedor de dobles en Roland Garros, junto a Ilia Nastase. El bigotudo Tiriac me enumeraba tantos vicios a corregir de su discípulo, que me planteé si le reconocía alguna virtud. Aquel despotismo sin nepotismo llevó al blindado germano a tres finales consecutivas de Wimbledon contra Edberg, hoy gurú de Federer.

Sin embargo, las flaquezas de Becker afloraron de nuevo. He estado con el BB del tenis, emocionalmente frágil y tan ávido de cariño como de reconocimiento. Imaginar que se sobreponga a su debilidad de gran plantígrado para inspirar a Djokovic por encima de Rafel y Toni Nadal suena a unicornio. Sin embargo, no desentonará en la cuadrilla del serbio, que atribuye su relanzamiento a procedimientos físicos y dietéticos emparentados con la parapsicología. En Melbourne se ha visto a un campeón que asimiló lo peor de su nuevo entrenador, desbaratado en sus subidas a la red y confuso en el fondo de pista. De momento, Becker es el artífice de la dudosa marca de que Djokovic haya disputado por primera vez cuatro Grand Slam consecutivos sin una victoria, por no recordar que su última eliminación ha tenido lugar en cuartos y cuando tenía asfaltado el camino a la final.

Se habla más de los entrenadores senatoriales que de sus ilustres alumnos, por el deficiente desempeño de los segundos en Melbourne. Aparte de haber sido vapuleados por Toni Nadal, pueden agradecerle las cifras estratosféricas que han ingresado por trabajos a menudo abstractos. Un especialista del alma encontraría terreno abonado en la sed de los campeones por colocar en la banda a una figura paterna que aplaque sus inseguridades. Dado que Djokovic ha ganado tantos Grand Slam como Becker, y que las virtudes del alemán como entrenador son ignotas, la contratación es inexplicable en términos deportivos.

A sus 53 años, Lendl preside la oleada y enlaza con otro gran maestro, porque entrenó a las órdenes de Tony Roche, campeón de Roland Garros que todavía administra a Lleyton Hewitt. El checo de nacimiento puede presumir de la mejoría de Murray, pero siempre en términos moderados. En fin, la mitad de los diez mejores jugadores del mundo han cambiado de entrenador aprovechando el paréntesis navideño. Algo tendrá que ver la figura de Toni Nadal, que permanece en su puesto pese a los celos exteriorizados por su sobrino en la biografía de John Carlin. El jugador reivindicaba desde el libro un mayor protagonismo para sus victorias. De hecho, ahora compite en discurso filosófico con su tío.

Al igual que sucede en otros deportes, el meollo del debate plantea si la excelencia en el juego avala la misma sabiduría en la dirección. El mejor contraejemplo sigue siendo la excelente labor desarrollada por el español José Higueras junto a Jim Courier, número uno del mundo y ganador de cuatro Grand Slam. En el fútbol es tópica la figura de Mourinho, pero le dan réplica Guardiola, Del Bosque o Luis. Los campeones no siempre advierten los resortes que los empujaron a la gloria, aunque nadie puede reprocharles que prefieran la adrenalina de entrenar a la condena de mascullar partidos detrás de un micrófono. La única conclusión negativa para la saga mallorquina es que nada garantiza que Rafel Nadal sea algún día tan buen entrenador como Toni Nadal, pese a la cosecha de Grand Slam del jugador.