El regreso de la selección española de fútbol al Soccer City de Johannesburgo, donde disputará el próximo día 19 un partido amistoso contra Sudáfrica, ha hecho revivir las emociones de la final del Mundial de 2010, que sigue grabada con letras de oro en la historia de la ciudad.

Desde el opulento barrio de Sandton, donde se hospedaron muchos equipos y aficionados, hasta la populosa ciudad-satélite de Soweto, que albergó la final, los habitantes de Johannesburgo recuerdan con nostalgia la victoria de España ante Holanda por 1-0 lograda aquel inolvidable 11 de julio de hace tres años.

Para muchos sudafricanos, el triunfo de "La Roja" fue el punto culminante de la euforia que supuso el éxito organizativo de aquella Copa del Mundo.

Precisamente en Sandton está el hotel Da Vinci, en el que se alojó para la final la selección española.

"Una multitud de personas se congregó fuera del hotel el día de la final para desearles suerte (a los jugadores españoles). El ambiente era electrizante", rememora a EFE el directivo del establecimiento Rui Antunes.

La misma atmósfera festiva se vio en Diepkloof, una zona de Soweto situada a pocos kilómetros del Soccer City.

"Vimos el partido en una pantalla en el parque, con gente de España y de África, especialmente de Nigeria", declara a EFE Hamilton Kente, vecino de la zona.

Kente, que apoyó a "La Roja" contra Holanda, no pudo ir al estadio entonces, por los altos precios y las pocas localidades reservadas a los sudafricanos, pero ya tiene entrada para el amistoso del próximo martes.

"España tenía muchos seguidores en Sudáfrica, por el buen fútbol que jugaba", cuenta a EFE Linda Ngwenya, que formó parte del comité organizador municipal del Mundial.

"Casi tres cuartos de los espectadores en el estadio llevaba la camiseta de España", dice Ngwenya, cuya hija fue uno de los muchos sudafricanos que vistieron la zamarra roja de la selección en el campo.

El entonces integrante del comité organizador recuerda que, al ser Johannesburgo una ciudad conocida por sus altas tasas de criminalidad, la seguridad era una de sus principales preocupaciones de cara al evento.

"No hubo crimen ni violencia durante esos días. ¡Incluso los delincuentes estaban centrados en la Copa del Mundo! También ellos querían hacer todo lo posible para que nuestro Mundial fuera el mejor de la historia", declara Ngwenya.

Los miedos a imprevistos, fallos o incidentes los compartía también Nobantu Lesia, coordinadora de los voluntarios que participaron en la organización de la Copa del Mundo en Johannesburgo.

Lesia se ríe ahora de las noches que pasó sin dormir pensando si todo estaba a punto o se podía hacer algo más para garantizar que las cosas salieran bien.

"Teníamos una responsabilidad no sólo con Sudáfrica, sino también con África. Era el primer Mundial que se celebraba en el continente", afirma la antigua coordinadora, que empezó a respirar aliviada en la ceremonia de clausura.

"Fue cuando dijimos: ¡lo hemos conseguido!", cuenta Lesia, al relatar cómo los miembros del equipo organizador se agarraron de las manos en las primeras filas de asientos del estadio y liberaron toda la tensión acumulada durante semanas.

Última aparición de Mandela

En esa ceremonia de clausura se produjo la que es, hasta ahora, la última aparición pública del expresidente sudafricano Nelson Mandela, actualmente en estado crítico por una infección pulmonar,y ya entonces, a una semana de cumplir 92 años, muy debilitado.

"Fue fantástico, porque llevábamos mucho tiempo sin verle en público. La mayoría ni siquiera sabía que iba a aparecer, y alguna gente empezó a llorar al verle", señala Lesia, que confiesa que, debido a la delicada salud de Mandela, ni siquiera los organizadores sabían si sería posible tenerle en el campo.

"No se quiso confirmar -aclara- por si finalmente no podía ir".

Mandela saludó a los cerca de 90.000 espectadores sentado en un carrito de golf, junto a su esposa, Graça Machel, y vestido con un gorro de piel y un abrigo negros.

Menos preparados para el invierno austral iban los aficionados españoles y holandeses, muchos de ellos en manga corta pese al intenso frío que aquella noche hacía en Johannesburgo, según recuerdan quienes estuvieron en el Soccer City.

Después de Mandela, la segunda apoteosis de la velada llegó con el gol de Andrés Iniesta en la prórroga.

"El estadio saltó y las vuvuzelas comenzaron a atronar. El ambiente se llenó de electricidad", comenta, entusiasmada, la coordinadora de los voluntarios.

Cinco minutos después, el árbitro británico Howard Webb pitaba el final del partido.

"Era el mejor equipo posible para cerrar el Mundial", concluye Lesia.

Pero la victoria de España, según Nobantu Lesia, no puso fin a las celebraciones y la euforia mundialista en Johannesburgo, que tardaron en apagarse tres semanas.