El Mallorca ha recibido a Héctor Cúper como enemigo sólo en dos ocasiones. El equipo al que entrenaba en sus anteriores visitas, el Valencia, perdió 1-0 con gol de Diego Tristán y Fernando Vázquez en el banquillo local y empató 2-2 la temporada siguiente merced a los tantos de Etoo y Luque cuando Luis Aragonés dirigía a los bermellones. Eso quiere decir que si a la tercera va la vencida, obtendría una victoria que hasta la fecha se le ha negado. El argentino, aunque residente en Palma y casi mallorquín de adopción, aceptó esta temporada un reto aún más difícil que el que ha asumido Joaquín Caparrós. El Racing, acogido también a la ley concursal, tiene aún más problemas que el Mallorca porque no ha habido en toda Cantabria un Serra Ferrer dispuesto a apechugar con herencias envenenadas, inversor hindú incluido. Su convenio debe aprobarse cinco días más tarde que el del club mallorquinista y en Santander no las tienen todas consigo.

La plantilla, por referirnos a lo estrictamente deportivo, es aún peor. ´El cabezón´, como llamaban al de Chabás, ha perdido hasta la costumbre de golpear a los jugadores en el pecho en un gesto de motivación individual y colectiva antes de saltar al campo. Eso sí, mantiene las distancias y deja en manos de sus ayudantes el tú a tú con los futbolistas. Allí, a orillas de El Sardinero, no le han discutido hasta el pasado lunes. Algunas de sus decisiones en el partido que se llevó el Málaga fueron silbadas desde la grada y se le exige más atención a una cantera que, evidentemente, no puede conocer en profundidad.

La delicada situación económica de los cántabros mantiene al entrenador firme en su puesto salvo que, como hizo en Palma en su segunda etapa en febrero de 2006, sea él quien arroje la toalla. Ya no están con él Basigalup, ni Alfano o Mario Gómez y es que, aparte sus antiguos colaboradores, parece que Héctor Raúl Cúper, a sus 56 años, se ha dejado algo en el largo y tortuoso camino del fútbol.