El Real Mallorca funcionará de manera diferente desde hoy, cuando el Consejo de Administración apruebe el nombramiento de LLorenç Serra Ferrer como secretario técnico y el de Pedro Terrasa como director general –o consejero delegado–. Esta pequeña revolución en el organigrama directivo del club persigue racionalizar el trabajo y poner fin a la sobrecarga que soporta el máximo accionista.

Los nuevos cargos estarán remunerados y entre los dos costarán a la tesorería bermellona en torno a 400.000 euros anuales. Será la primera vez que Serra Ferrer perciba un salario por su trabajo en la entidad balear. Ni siquiera cuando Nando Pons abandonó la secretaría técnica aceptó ponerse un sueldo, pese a que algunos de los consejeros y accionistas le aconsejaron que lo hiciera.

En el Consejo también se despejará la incógnita sobre la continuidad de Jaume Cladera. En la reunión informal que mantuvieron los dirigentes bermellones el lunes de la semana pasada el presidente emitió señales que indicaban que seguiría en el cargo y estos últimos días parece que su decisión es firme. De este modo, Cladera da marcha atrás porque hace unas semanas tenía tomada la decisión de dimitir. Todo un alivio para Serra Ferrer, que podrá seguir contando con uno de sus colaboradores más cercanos.

En la decisión de Cladera también ha influido que Terrassa vuelva a la entidad balear. El presidente deseaba la incorporación del economista para verse libre de algunas pesadas tareas de gestión, que ahora llevará el economista.

El regreso de Terrasa se produce después de que ayer dimitiera como director general de IB3. Otra buena noticia para Serra Ferrer, que públicamente había reclamado que se implicara en el día a día del club. Aunque en la práctica significará que el máximo accionista perderá parte de poder en beneficio del economista.

Terrasa, accionista y consejero, supervisará el área económica, financiera, comercial y de márketing, lo que le dará un amplio poder de decisión. El pobler, como máximo accionista, tendrá mucho que decir en estas parcelas, pero la última palabra la tendrá el nuevo director general.

Este nombramiento responde a una exigencia de los administradores concursales. En una carta remitida en junio a la juez que tutela el concurso de acreedores, los administradores criticaron a los dirigentes rojillos por actuar con lentitud e ineficacia en los asuntos del concurso. Asimismo lamentaban que Serra Ferrer soportara una excesiva carga de trabajo y exigían el nombramiento de un director general con amplio poder de decisión, un supercargo que supervisara las áreas económica, comercial y también deportiva cuando tuviera incidencia en la parcela económica.

Terrasa es un gran conocedor de la casa. Supervisó las cuentas de la institución durante muchos años, hasta que renunció en 2008 por discrepancias con la gestión de Vicenç Grande que acabaría llevando al club al concurso de acreedores.

En enero de 2009 regresó temporalmente para ayudar a Mateu Alemany a poner en orden los números y volvió a irse en el verano de ese año coincidiendo con la llegada de la familia Martí Mingarro a la propiedad.

Serra Ferrer le reclutó el pasado verano para su proyecto, pero su responsabilidad al frente de IB3 le ha impedido implicarse en la gestión diaria de la institución. Hasta hoy.

Con estos cambios Serra Ferrer se verá libre de mucho trabajo de gestión y podrá centrarse en la parcela deportiva. Además contenta a los administradores concursales y consigue incorporar a su lado a un hombre de su máxima confianza y que volvió al club de su mano.