Michael Laudrup (Frederiksberg, Dinamarca, 1964) se ha demorado muy poco en meterse a la afición en el bolsillo. Y no sólo por los resultados, sino por su sencillez y coherencia a la hora de actuar. Es el mismo tanto dentro como fuera del campo, esté o no delante de un micrófono. Al igual que en su época de jugador, primero en el Barcelona de Cruyff y después en el Real Madrid, Laudrup es tal como se presenta ante la opinión pública. En él no hay trampa ni cartón.

A los que habitualmente siguen los entrenamientos del Mallorca en Son Bibiloni, al margen de conservar su indiscutible calidad a la hora de darle a la pelota –en su caso vale el dicho de que quien tuvo retuvo–, lo que sorprende de Laudrup es el sentido común que desprende. Mientras otros técnicos se van por los cerros de Ubeda a la hora de explicar tal o cual decisión, el técnico danés se desenvuelve ante los micrófonos con la mayor naturalidad, como si hablara con su interlocutor en la barra de un bar.

Ejemplos hay muchos. Laudrup, que ya lleva muchos años en esto, se debía esperar la pregunta en la sala de prensa del Camp Nou, el día en que el Mallorca consiguió la gesta de arrancar un empate ante el considerado mejor equipo del mundo. "¿Por qué ha jugado Martí Crespí en lugar de Rubén?", se le cuestionó. En lugar de responder con evasivas, ofreció una respuesta limpia, sin segundas intenciones. "Porque Crespí es más rápido de movimientos que Rubén. No hay otra explicación", dijo.

O cuando se le preguntó porqué jugó Webó en Valencia y Cavenaghi, hasta aquel día indiscutible en el once titular, se sentó en el banquillo: "Tengo tres delanteros", dijo, "y sólo pueden jugar dos. Alguno se tiene que quedar fuera", fue su respuesta, sin nervios y sin alzar nunca el tono de voz.

Sin excusas

Con Manzano todavía en el recuerdo, Laudrup sabe a agua bendita. Educado, amable en el trato, pocas veces tiene un no para nadie. Al contrario que el hoy técnico del Sevilla, el nórdico no está pendiente de lo que dicen los medios de comuniación. "Respetando todas las opiniones, él va a su bola", afirma una persona que mantiene trato diario con él.

Nunca busca excusas a una derrota. "Hemos jugado un mal partido", confesó, todavía caliente, tras encajar la primera derrota en el Iberostar ante el Espanyol, una declaración que pocas veces, por no decir nunca, se escuchó en boca de Manzano, poco amante de realizar el sano ejercicio de la autocrítica. También, tras empatar en el Camp Nou, reconoció que su equipo "tuvo suerte", recordando las muchas ocasiones de que disfrutó el equipo de Guardiola en la primera parte.

Laudrup es diferente hasta cuando dirige a su equipo desde el banquillo. La moda, desde hace tiempo, es seguir los partidos de pie en el área técnica, y con continuos aspavientos. Mourinho, Guardiola, Caparrós, Emery y un largo etcétera son puro espectáculo en los banquillos. Laudrup no. El técnico del Mallorca se levanta a lo sumo un par o tres de veces para dar alguna instrucción a sus jugadores. Es de los que piensan que pocas cosas se pueden corregir. Todo está hablado en los entrenamientos y en los vídeos que ha mostrado del rival de turno a sus jugadores. En el colmo de la discreción, hasta en esto es diferente al resto de sus colegas. Como jugador, el espectáculo lo daba en el campo, y como entrenador, a su manera, también en el banquillo.