El domingo 31 de mayo de 2009, Nadal dejó de comportarse como Nadal. Sin embargo, no se ha resignado a ser tratado como una estadística y, como siempre le quedará París, ha subyugado a la misma pista y al mismo rival. No se ha recuperado, se ha reinventado como Nadal 3.0, el ser de otro universo que gana los partidos de tres en tres, sin descontarse ni en la final. El título de Roland Garros y el número uno del mundo le estaban aguardando. La gloria no consiste en coronar la cumbre, sino en que nadie pueda ocupar el hueco que deja el héroe cuando desaloja la cima, temporal o definitivamente. Antes de desmentir esta tesis, usted deberá deletrear correctamente los nombres de los tenistas a quienes ha triturado el mallorquín durante dos semanas. ¿Y de tres de ellos?, ¿y de dos?

Sólo Nadal 3.0 podía sustituir a Nadal 2.0, aquel Terminator que flaqueó cuando se le detectó una avería. No en el talón, sino en el corazón. Ayer quedó claro que la crisis familiar lo debilitó más que el percance muscular. En cuanto empezó a ganar partidos en París sin conceder ni un set, los pretendientes a su trono se apartaron de su camino letal. Federer estaba dispuesto a autoinmolarse en Roland Garros, con tal de que su salida no la procurara Nadal. Sabio como sus títulos acreditan, el suizo se vio derrotado en la final. Se esfumó con antelación para ahorrarse las lágrimas, porque sólo deliberadamente podía interrumpir su cadena de una veintena larga de semifinales del Grand Slam.

El paréntesis de Nadal ha sido más duro para los intereses del tenis que para el campeón mallorquín. En la actualidad, cualquier ganador que no sea el mallorquín o Federer –una traslación del duopolio de Barça y Real Madrid– constituye un estorbo embarazoso para la ATP. El deporte de la raqueta sigue condenado a los bombarderos neutros. En cambio, el vencedor de Roland Garros por quintuplicado volvió a demostrar que conecta cada golpe como si lo hiciera por primera vez. Con todo, subsiste el temor a la avería que ha humanizado su juego.

Inmune a la familiaridad con París que se le supone, ha disputado el torneo como si se adentrara en tierra incógnita. Pese a las prevenciones que adopta, su mayor impacto no es lo bueno que parece, sino las deficiencias que aflora en sus rivales.

Robin Soderling es actualmente el mejor jugador del mundo en relación a sus posibilidades. Sin embargo, el tenista sueco se enteró de que no ganaría el partido en cuanto desaprovechó su primer break point. Este jugador de perfil lobuno amontona los traumas del alma nórdica, así jugaría Bergmann. La final estaba descompensada porque Nadal 2.0 puede perder con Soderling, pero el escandinavo no puede derrotar a Nadal 3.0 aunque el mallorquín le conceda veinte kilómetros por hora de ventaja en cada saque. Ganó el más experimentado, pero ni siquiera necesitó recurrir a la jerarquía de su experiencia. Con 24 años recientes.

Nadal cegó a Soderling, que jugó con la vista cubierta por la misma toalla que utilizaba para abstraerse en los descansos. El tenista mallorquín no demostró ayer que era el único campeón posible de Roland Garros para 2010. La confrontación le dio tiempo para extender su candidatura a 2011, 2012 y sucesivos, sólo un año después del naufragio de 31 de mayo de 2009. El pentacampeón de París había declarado que su objetivo era ganar el torneo, no reconquistar el número uno. En su fuero interno, piensa que ese liderazgo ha resultado contraproducente, una clasificación retórica y casi algorítmica, frente a la contundencia de un marcador. Un partido es más importante que un ranking.

Vuelve el mito, Nadal 3.0 redefine el tenis. La baja temporal del deportista mallorquín ha puesto a prueba su fortaleza psíquica porque, si en el deporte se opta entre la victoria y la derrota, la gloria no posee más alternativa que la aniquilación. O se tiene ahora, o no se ha tenido jamás, una regla que parece dramática hasta que se repara en que también se aplica a las relaciones sentimentales.

Nadal pagó el precio de la sobreexplotación de su cualidades. Una vez saldada la deuda –no se gana Roland Garros con un solo déficit físico o emocional–, sabe que puede ganar todos los torneos que dispute, siempre que no sean demasiados. El calendario se lo fabrica uno mismo, así en la vida como en la alta competición. Y Nadal 3.0 es un sistema experto, que corrige automáticamente su actuación.

Postdata. Al margen de la competición, Nadal ha capturado la atención de los espectadores con el reloj que se ha visto obligado a lucir en su muñeca derecha, a cambio de varios cientos de miles de euros. Suerte que no hace publicidad de una marca de cascos.