Los hombres de Gregorio Manzano seguirán escuchando la cantinela de que no sabe ganar fuera de Son Moix al menos otras dos semanas. Los tres puntos sumados a domicilio frente a los 18 logrados en casa son números que describen el paso vacilante con el que avanzan los bermellones por la competición liguera. Estos son los datos, pero en el fútbol se producen circunstancias que escapan a la lógica de la estadística.

Lo cierto es que el Mallorca ha logrado sumar tres empates en El Madrigal, el Vicente Calderón y en Mestalla, tres campos inaccesibles para la mayoría de los equipos. En los tres casos el duelo finalizó con idéntico resultado (1-1) y un mismo goleador: Borja Valero.

En todos los casos hubo suerte, mucha suerte. Y también algo que hacía mucho tiempo que no se veía en el Mallorca: la certeza, casi irracional, de que es posible remontar el vuelo en medio de la adversidad.

Cuando el Mallorca visitó El Madrigal en la segunda jornada de Liga el Villarreal estaba inmerso en una crisis de identidad que le impediría lograr su primera victoria hasta varias semanas después. El Mallorca resistió el temporal de lluvia y juego atacante de los locales hasta que en los minutos finales y casi sin quererlo, Borja Valero coló la pelota en la portería de Diego López en un disparo que tal como confesó después pretendía ser un centro al área.

Parecía más complicado sobreponerse a la desventaja en el marcador en el Vicente Calderón. El Real Mallorca jugó gran parte del partido con un futbolista menos y a los nueve minutos de la segunda parte todavía se iba a quedar con otro hombre menos. Parecía que los bermellones se conformaban con cerrar el partido con una derrota digna tras las dos expulsiones y la señalización de dos penaltis en contra –uno de ellos materializado por Forlán–. En semejantes circunstancias, hasta una derrota por la mínima parecía un buen resultado.

Pero hubo sorpresa. En el minuto 92, otra vez Borja Valero y contando con la inestimable colaboración de De Gea, subió el definitivo empate en el marcador. La afición colchonera presenció probablemente el mayor esperpento que ha protagonizado su equipo en la presente temporada.

El tercer capítulo de estas remontadas insospechadas lo escribió el Mallorca el pasado domingo en Mestalla. Noqueado por un gol de David Villa y por el fútbol decorativo que practicaba el Valencia, el conjunto de Gregorio Manzano parecía abocado a una derrota segura. Hasta que a falta de cinco minutos para la conclusión Bruno se colgó de Gonzalo Castro en el interior del área en una jugada en la que el uruguayo apenas tenía posibilidades de fabricar una ocasión de gol. Borja asumió la responsabilidad y firmó unas tablas imprevisibles.

Los empates de El Madrigal y el Vicente Calderón agudizaron las crisis que venían sufriendo el Villarreal y el Atlético de Madrid. La igualada en Mestalla privó a un Valencia en racha de sumar su quinta victoria consecutiva en Liga y meter presión a Barcelona y Real Madrid.

El Real Mallorca parece sentirse a gusto remando a contra corriente lejos de Son Moix, aunque hay que registrar las claras derrotas de El Molinón, el Camp Nou y el Sánchez Pizjuán. Pero cuando han logrado igualar, a los bermellones les ha bastado con una buena defensa, escasas ocasiones de gol y una confianza ciega.

La Liga sigue en una fase embrionaria y es pronto para calibrar las posibilidades de este equipo. Pero si el Mallorca sigue combinando calidad y fe, el sueño europeo puede ser una realidad.