Jovan Stankovic marcó el último gol del primer equipo del Mallorca en el campo –nunca fue un estadio– Lluís Sitjar. Al Celta, derrotado por dos a cero, le cupo el honor de cerrar virtualmente el histórico recinto el 13 de junio de 1999 en la penúltima jornada del campeonato de Liga. En realidad fue el Mallorca B quien echó el cerrojo definitivo hace apenas dos años, en los que la degradación se ha acelerado al mismo ritmo que los recuerdos se agolpan en la mente de muchos aficionados, jugadores, técnicos y directivos que vivieron momentos muy felices y otros dolorosos, como sucede en la vida de cualquier hombre.

Es Fortí, levantado en terrenos del mismo nombre y de Sa Sini d´en Gil, se inauguró oficialmente el 22 de septiembre de 1945 en un encuentro contra el Xerez coincidiendo con el comienzo de la Liga de Segunda División. El diseño y los planos corrieron a cargo del arquitecto Carlos Garau y de la construcción se encargó el contratista Bernardo Salvá, ambos directivos de una junta presidida por aquel con cuyo nombre rebautizarían más adelante la instalación. Unos dicen que se cambió la denominación en el transcurso de aquella misma temporada, pero hay quien señala que no se produjo hasta el año 1955 siendo presidente Lorenzo Munar.

Su financiación se consiguió a través de las 5.000 pesetas que aportaron cada uno de los primeros cuatrocientos accionistas que acudieron a la llamada del club, pero los dos millones reunidos resultaron insuficientes para terminar las obras y tuvieron que ser emitidos otros doscientos sesenta y seis títulos de propiedad a 3.000 pesetas cada uno, sin que se tengan noticias de que el precio menor supusiera alguna restricción respecto al derecho adquirido de disponer de por vida de un asiento en la grada preferente.

De lo que no cabe duda alguna es de que la primera de las muchas remodelaciones que sufrió la promovió Jaime Rosselló Pascual emitiendo 1330 obligaciones rescatadas veinte años después bajo el mandato de Miquel Contestí, dotándolo de luz artificial tras el ascenso a Primera División en 1960. Inaugurada con un partido amistoso contra el Newcastle, en el que el entonces ídolo del fútbol mundial, Alfredo Di Stéfano, se alineó con el Mallorca, fue lo más llamativo de una importante ampliación que dió origen a la tribuna cubierta con su correspondiente superior, a modo y manera del también desaparecido campo barcelonés de Sarriá, y la elevación de la lateral preferente por encima de la popularmente conocida como "tribuna de sol". Veinte años más tarde aún habría ampliaciones más modestas, básicamente en ambos fondos para ganar algunos espectadores más en las localidades de a pie. Igualmente fueron trasladadas las cabinas de radio desde una esquina del fondo sur a ambos lados del palco presidencial, cuyas plazas aumentaron en varias ocasiones y, finalmente, en función de ello, prefabricadas en la parte más alta del campo.

Los vestuarios pasaron de los bajos del fondo sur a los de la cubierta, donde a finales de los sesenta o principios de los setenta, fue trasladada la sede social que hasta entonces se ubicaba en la plaza que hoy conocemos como Joan Carles I, antes Pio XII, esquina con la calle de San Jaime. A resultas de ello se abrió el acceso al público por la plaza de Barcelona y se cerró la fachada histórica de la calle Gómez de Ulla que, aunque testigo imborrable del tiempo, permanece erguida y, desde entonces, condenada.

Pinceladas históricas de la piedra, del cuerpo. Otro día hablaremos del alma.