Rafael Nadal reconoce que es un afortunado en su vida deportiva y personal. Pero afirma que también tiene miedo y que le preocupa lo malo del mundo, como a otros. Lo que quizás le diferencia es ese ansia de mejorar y que dice no entender que haya quien lo tiene todo y no es feliz. Le duelen las derrotas, como la de la última final de Roland Garros, pero señala que no es un quemao, que siempre ha tenido autocontrol.

A sus 23 años, Rafael Nadal demuestra un grado de madurez altísimo. El tenista está preparado para hablar de casi todo, de sus lesiones en la presente temporada, de sus éxitos y también de sus reveses, pero también de las cosas de la vida, de la guerra, de la pobreza, de su mundo ideal. Nadal parece mentalizado para afrontar las temporadas difíciles que dibuja el horizonte, con rivales cada vez más fuertes, y por eso piensa que puede "ser mejor sin ganar tanto como antes".

A la espera de la Copa Davis, ¿cómo evalúa la temporada, con esas dos partes claramente diferenciadas y marcadas por las lesiones?

Si no hubiese padecido una lesión, la temporada se podría catalogar de excelente. He ganado un Grand Slam (Australia), tres Masters Series, dos finales en otros dos Masters, una final en Rotterdam y el Godó; creo que es muy buena. No sé cuánta gente ha ganado cinco títulos esta temporada, pero todos los torneos conquistados han sido importantes. Para mí es un año positivo, notable. Yo creía que la tenía bien encaminada, pero es una pena porque el final de la temporada de tierra lo he tenido que jugar sin estar al cien por cien. Intenté ir a Wimbledon, pero la rodilla me dolía demasiado y no habría tenido ninguna opción. Tuve que parar dos meses y cuando he vuelto lo he hecho con un poco de miedo, perdí el ritmo de la competición y todo eso termina por afectarte. Pero he vuelto, y los resultados han sido mejores de lo esperado. Lo malo es que luego me he roto el abdominal, y tuve otro parón que me rompió. Venía de hacer cuartos de final en Cincinnati, había ganado partidos jugando a buen nivel, pero en el US Open aguanté partido y medio sin que me doliera, después el dolor fue a más. Cuando terminé el US Open, tenía dos centímetros de rotura.

Pero eso ha sido una constante. Usted siempre ha estado ganando con dolor, quizás le ha pedido más al cuerpo de lo que le podía dar.

Todos los deportistas de élite tienen dolores o juegan con dolor. Pero cuando el dolor se convierte en limitante te perjudica en todo, en el movimiento, en el correr, y cuando juegas a un nivel muy alto, ya casi es imposible que puedas aspirar al máximo.

Eso pasa mucho con los pilotos de motos, que están acostumbrados a correr con dolor.

Son sobreesfuerzos que uno le pide al cuerpo casi siempre obligados por el calendario, que es el que manda, pero está claro que jugar lesionado no es positivo. En motos haces los entrenamientos, la carrera que dura 20-25 vueltas, y te vas una o dos semanas a descansar. En el tenis, primero, que corres cada bola; segundo, que no sabes cuánto va a durar el partido, una hora, tres o cinco. Si ganas, al día siguiente vuelves a jugar. Es un día tras otro que termina con que mentalmente puedes hacer un esfuerzo de un rato, pero al final es imposible. Un dolor limitante. Hay otros que se pueden aguantar. Aun así, los resultados de la vuelta han sido muy buenos.

¿Qué significa la presión para usted?, ¿quién pone presión a un jugador como usted?

Si se refiere a la exigencia mediática, para mí significa muy poco. La presión que padezco es más personal. Si un deportista se deja guiar por lo que dice la prensa, realmente está mal o puede acabar muy mal. Primero, porque la valoración de los medios es discutible y es posible que una semifinal acabe por no significar nada, y uno puede acabar por no valorar un título que no sea un Grand Slam o un Masters Series. Es una mala filosofía, parece que sólo cuente lo grande. Para mí, cada partido es vital y cada partido es importante. La presión es la que uno mismo se pone. Yo la llevo con calma y sabiendo que es muy difícil hacer todo lo que he hecho en los últimos cinco años, en los que he tenido resultados muy buenos, mejores de lo que hubiera podido imaginar. A partir de esta base, todo se toma con más tranquilidad. Si mi carrera se terminara hoy, la valoración que haría es que ha sido muy buena. Después viene el aspecto de la motivación de querer superarte, de querer ser el mejor. Todo eso es presión. Yo quiero jugar bien cada vez que salgo a la pista, quiero ganar, pero si pierdo la final de Shanghai, no me voy a casa triste para nada. Me voy contento del nivel que tengo y consciente de que no siempre se puede ganar, sobre todo si el rival está mejor que tú. Partidos como el que perdí en Pekín con Marin Celic, en cambio, sí que dejan un mal sabor, porque venía jugando bien y ese día lo hice muy mal. Pero todo esto te prepara para ganar, es parte del juego; pero es extraño que me pase salir y no entrar en un partido como el de Celic. Ese día me fui jodido, con rabia por no haber competido, pero todo es coger el ritmo, coger la dinámica y tener la confianza de que vas a ganar.

¿Cree que los medios no han valorado sus éxitos, como dijo en La Stampa?

No, no. Esa entrevista fue mal traducida. No critico a la prensa para nada. Lo que digo es que cuando has llegado a un nivel, vas a Umag, ganas el torneo y parece que sea normal. No digo que esté mal por parte de la prensa. Es lo que es. Entrar en esa dinámica es malo para nosotros, al final sólo jugaríamos los Grand Slam porque son los más mediáticos.

¿Y la confianza cómo se obtiene? ¿Sólo mediante victorias?

La confianza la da haber entrenado bien, y la otra clave, por supuesto, es ganar. Cuando uno enfila una racha ganadora, sale a la pista con la sensación de que no puede perder.

Este año, sólo ha perdido diez veces. ¿Cuánto de dolorosa es una derrota?

Hay derrotas dolorosas, desde luego. La final de Roland Garros de este año fue dolorosa.

De todas formas, usted es un hombre feliz al que la vida ha sonreído.

Por supuesto que soy un afortunado de la vida, no tengo la mínima duda. Trabajo en lo que me gusta, en uno de mis hobbies, que es jugar a tenis, y más en los tiempos que corren. También soy un destacado en este deporte. Soy número dos del mundo, y lo he sido durante los últimos cinco años. También he sido número uno. Tengo una familia que está bien, unida, no tengo problemas de nada. Tengo mi grupo de amigos de toda la vida, un entorno positivo, y salud, en general, yo y la gente que me rodea. Deportivamente hablando, he sido un afortunado.

¿Nadal se cabrea?

Sí, lo normal, como cualquier persona. No soy un quemao, siempre he tenido bastante autocontrol en todo. No soy un tipo que se cabrea y pega gritos, no.

¿Se acuerda de la última vez que lloró?

Sí, he llorado bastantes veces, pero no viene al caso contarlas ahora. Todo el mundo llora.

¿En un torneo, como Federer?

También, por perder he llorado, pero no en la pista. Cuando perdí Wimbledon en el 2007 lloré, pero en el vestuario. No me gusta hacerlo delante de la gente.

¿Qué le preocupa al margen de tener buena salud?

En esta vida serías un inconsciente si no te preocuparas por todo lo que estás viendo cada día. Me preocupan la pobreza, los secuestros, las guerras, los que mueren por falta de alimentos, la crisis mundial. Este puede ser un factor duro, pero lo es mucho más ver a niños morirse de hambre o la guerra.