Los niños de muy tierna edad se tapan los ojos para no ver creyendo que así tampoco son vistos por los demás. Gregorio Manzano, franco y decidido cual exige la situación gravísima por la que atraviesa el Mallorca, se tapó ayer los oidos para no escuchar alguna de las amenazas que se ciernen sobre el equipo al que, milagrosamente, mantiene aislado del huracán que azota el vestuario.

En concreto, el de Jaén,- curiosamente la misma provincia de la que es oriundo Luis Martí Mingarro, la reina madre del clan-prefirió no pensar ni referirse a la posibilidad de que Javierito esté ganando tiempo para, en el mercado de invierno, traspasar a quien pueda y le compren, con el objetivo de coger dinero y sobrevivir a su propia autodestrucción para seguir jugando y ganando al fútbol PC, que es el pasatiempo preferido por él y sus socios. El Mallorca y los mallorquines les importan un rábano.

Pero no sólo hay que contemplar esa firme opción, sino otras tanto o más graves aún. Por ejemplo que, mientras los abogados se devanan los sesos para encontrar fórmulas de ataque y contraataque, un proveedor cabreado, que los hay y muchos, inste un concurso necesario de acreedores ante el juzgado de lo mercantil y el club acabe gestionado por los administradores judiciales.