El Mallorca visita hoy el Vicente Calderón (18 horas) con la preocupación de presentarse sin su goleador, Aduriz, y de enfrentarse a un Atlético de Madrid en crisis y que llega con entrenador interino, Santi Denia, tras la destitución de Abel Resino y la contratación de Quique Flores, que no puede estar en el banquillo por temas burocráticos.

Gregorio Manzano, técnico del Mallorca, ponía esta semana en alerta a sus jugadores al considerar que la situación del rival es perjudicial para los rojillos. La ansiedad en la que vive el Atlético es un arma de doble filo para los mallorquinistas, que temen encontrarse a un contrario hipermotivado por su crítica situación.

Manzano, que ha pedido concentración a los suyos y aislarse de todo lo que no fuera el partido, tiene hoy una nueva preocupación: la baja de Aduriz. El vasco, duda el jueves "por una molestia, sin más", según dijo el propio técnico, estará de baja cuatro semanas. Tiene una contusión en el muslo izquierdo y el jueves sufrió una recaída; por fortuna, no hay rotura muscular.

Un grave contratiempo para Manzano, que deberá decidir cómo afronta el encuentro en el Vicente Calderón. Tiene dos opciones: un delantero y Borja de mediapunta, con dos pivotes, o con dos delanteros y Borja de mediapunta, como en casa. Todo apunta a apostará por marcar un ritmo de partido lento en busca de que el nerviosismo y la impaciencia agobien al Atlético. En ese caso, Borja acompañaría a Víctor arriba.

Más dudas tiene el Atlético de Madrid. Tras una semana tormentosa, ayer se hizo oficial la destitución de Abel Resino. La llegada de Quique Flores no supondrá un cambio drástico, ya que será Santi Denia, ayudante de Abel, el que se siente hoy en el banquillo.

Los rojiblancos afrontarán el encuentro a vida o muerte. Guillotinado el entrenador, todas las miradas se centrarán ahora en los jugadores. La afición, fiel como pocas, está desencantada con el equipo y no perdonarán cualquier atisbo de bajar los brazos o de desidia. Ahí es donde el Mallorca intentará jugar sus bazas en un duelo

más psicológico que futbolístico.