Es cierto que lo normal era que la primera derrota del Mallorca llegara anoche en Sevilla, pero no se puede dar esta imagen. De ninguna manera. Los rojillos ofrecieron su versión más triste frente a un rival al que le bastó el oficio para vencer sin sudar con los goles de Escudé y Perotti (2-0). Demasiado fácil se lo dejó Manzano cuando decidió dejar en el banquillo a Borja Valero por aquello de las rotaciones. Está de moda hacerlas, pero con sentido, no por defecto. El madrileño es imprescindible en este equipo. Sólo tiene 24 años, una edad que le permite de sobra jugar tres encuentros en una semana. Pero éste no es el único problema.

El entrenador jienense hizo hasta seis cambios en el once titular respecto a los que golearon al Tenerife el pasado sábado. La plantilla del Mallorca es solvente, pero no hasta el punto de que mantenga el nivel con tantas permutas. Eso se nota, como se demostró sobre el césped del Sánchez Pizjuán. Sin ir más lejos, Julio Álvarez dejó claro en su actuación del sábado que está muy por encima de Varela, que merece desde la pasada temporada sentarse en el banquillo. No había presión para este partido porque ya se habían hecho los deberes en los tres primeros de Liga –siete puntos de nueve–, pero el conjunto bermellón dejó malas sensaciones. Se pasó de la efectividad y seguridad defensiva mostrada ante el Tenerife, a la inocencia y falta de contundencia en Sevilla. Y todo eso en apenas cuatro días. Del cielo al suelo sin escalas.

La salida del Mallorca al campo no reflejaba en absoluto su excelente inicio en la Liga. El escenario es de los que imponen, es cierto, pero no se parecía en nada a un equipo que quisiera hacer daño. Todo lo contrario. El Sevilla tenía la pelota, es normal, pero es que los isleños tardaban medio segundo en perderla. No existía la chispa de Borja en el centro del campo y las dos bandas no existían. No se llevaban ni diez minutos de partido y Manzano ya había ordenado el cambio de bandas a Varela y Castro. Dio igual, la ineficacia era la misma. Ni encaraban, ni abrían el campo, ni centraban. Un auténtico desastre. En el caso de Castro es para hacérselo mirar. Esta temporada es la suya, al menos ése es el mensaje que le ha dado el club con la venta de Arango. Pero su aportación ayer fue nula. Su actuación no desmintió a los que defienden la teoría de que es un jugador de segundas partes.

Sólo un desesperado tiro de Webó permitió ver a Palop, pero nada más. Hasta que llegó lo inevitable. Justo cuando la afición local coreaba el nombre del fallecido Antonio Puerta ya que se cumplía el minuto 16, número que lucía el centrocampista, sucedió lo peor. Un lanzamiento de córner le llegó a la cabeza de Squillaci, que remató a placer ante la atónita mirada de Bruno China, que acababa de fallar en su marcaje.

Ese tanto no hizo despertar a los visitantes. Faltaba fuerza, decisión y precisión. Nadie cogía el timón, entre otras cosas porque el Sevilla tampoco lo facilitaba. Sólo ocho minutos después del primer mazazo, Navas sacó los colores a la zaga rojilla. El andaluz se aprovechó de la inocencia de la defensa para hacer lo que quiso dentro del área y servir el balón a la cabeza de Perotti, que anotó el segundo ante la pasividad de Josemi. La solidez atrás de la que tanto presumía Manzano en las tres primeras jornadas quedó en entredicho en menos de media hora. El 2-0 era una pendiente difícil de superar. El marcador adverso no espabiló a los isleños. De hecho, Navas volvió a ganarle la espalda a Corrales y se plantó solo ante Aouate, pero su disparo se marchó desviado. El Mallorca no podía, aunque tampoco daba la impresión de que quisiera dar un paso hacia adelante. Varela lo intentó en una acción aislada desde dentro del área, pero tiró al ´muñeco´. Había sido la única vez que Palop se había tenido que esforzar en toda la primera mitad. Un esguince en el tobillo izquierdo de Aouate dejó fuera de combate al cancerbero, que se quedó en el vestuario al descanso.

La salida de Lux en la reanudación no fue la mejor noticia ya que nada más empezar una salida a destiempo del argentino hizo que Luis Fabiano estuviera a punto de marcar, aunque Ramis lo evitó. El encuentro entró en la fase más cómoda para los hispalenses ya que eran dueños de la posesión del balón ante un rival que no inquietaba. La entrada al campo de Borja mejoró sensiblemente la circulación de la pelota de los bermellones, pero cuando llegaban a tres cuartos de campo, ya no había nada que hacer. Un remate de Squillaci estuvo a punto de subir el tercero al marcador, pero Lux lo evitó sobre la misma línea de gol.

Estaba claro que no era el encuentro del Mallorca. No salía nada bien. La apatía se imponía a cualquier otro aspecto. Eran demasiado planos, sin garra ni decisión para darle la vuelta. Negredo, qué bueno es este futbolista, envió su disparo fuera en otra gran acción de los de casa. A los baleares sólo les quedaba resignarse, pero sin pasarse. Porque lo que hizo Keita no tiene nombre. Daba la impresión de que todavía llevaba sus inseparables cascos cuando se quedó solo ante Palop. Era la típica ocasión que todo delantero desea, sin defensas y con el portero a media salida. Pero se durmió. El guineano no se enteró de nada y Escudé le robó la pelota en una ocasión que podría haber dado vida a los rojillos porque restaban diez minutos. Sus compañeros se llevaban las manos a la cabeza. El tiro que probó poco después ya sólo quedaba para las anécdota. El partido estaba más que sentenciado, así que lo único que restaba era dar las gracias porque el resultado se hubiera detenido en el 2-0.