Desde su reconversión en sociedad anónima deportiva y fracasado el intento de repartir sus acciones entre el mayor número posible de mallorquines, el Mallorca ya ha cambiado de manos en cuatro ocasiones.

Dicen que sus primeros propietarios, los doctores Miguel Dalmau Diana y Cristóbal Pizá junto al empresario Gabriel Barceló, fueron quienes más dinero han perdido con aquella inversión que este último abandonó antes de que, después de tres años de sinsabores deportivos y dificultades económicas, los dos primeros transmitieron sus títulos al por aquel entonces presidente de Antena 3 Televisión, Antonio Asensio Pizarro, empeñado en la lucha por el control de los derechos de transmisión de los partidos de Primera División.

Hasta el mes de agosto de 1995, el dueño del grupo Zeta, editor de cabeceras como El Periódico, las revistas Interviú y Tiempo, además de otras muchas publicaciones, no tenía intereses conocidos en las Islas Baleares. De hecho era un asiduo veraneante de la localidad andaluza de Marbella, donde pasaba muchos ratos jugando a las cartas con el afamado periodista deportivo José María García, el propietario y presidente del Atlético de Madrid, Jesús Gil y Gil –que después sería elegido alcalde del lugar– y el entrenador Luis Aragonés, que años más tarde se convertiría en uno de los mejores técnicos que han desfilado por la isla.

El empresario catalán, prematuramente fallecido en el mes de abril de 2001, fue pionero en la idea de constituir un Consejo de Administración integrado mayoritariamente por mallorquines. Inicialmente ofreció la presidencia al ex conseller de Turismo del Govern de Gabriel Cañellas y hotelero, Jaume Cladera, pero mientras esperaba su respuesta terminó por confiar el sillón al doctor Bartolomé Beltrán quien, a su condición de isleño, unía la de su adscripción a la nómina de la cadena y gozaba de una enorme popularidad por sus programas de divulgación médica y de salud transmitidos por toda España.

Nunca sabremos qué habría sido del Mallorca si Asensio Pizarro hubiera seguido con vida. Lo cierto es que, tras no poder culminar con éxito su gestión por el control del fútbol televisado, se desprendió de todos los clubes en los que había invertido, tales como el Hércules, Sporting y finalmente el Málaga, a excepción del club decano insular por el que sentía un afecto especial, hasta el punto de elevar los objetivos del equipo hasta cotas que ningún mallorquinista pudo haber soñado antes.

Su reinado, indudablemente, ha sido el más brillante en la historia del club. Dejó en manos de Bahía Producciones, bajo la batuta de Joaquín Domingo Martorell, la reestructuración del equipo que, por primera vez, participó en competiciones oficiales de la UEFA. Fue el responsable del desembarco en Europa de Héctor Cúper y, ya gravemente enfermo, de que Mateu Alemany, en quien depositó todo el peso de la gestión después de la dimisión de Beltrán, desestimara la propuesta de Florentino Pérez para convertirse en director general del Real Madrid.

No es injusto que, también levantada bajo su mandato, la Ciudad Deportiva de Son Bibiloni fuera bautizada con su nombre, puesto que no utilizó nunca su mayoría accionarial desde el intervencionismo y prestó su máximo apoyo a los encargados de la gestión del club.

Lamentablemente, Antonio Asensio Mosbah rechazó continuar con la labor de su padre y, con nueva propiedad, todo cambió a peor.